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Aborto o eutanasia, derechos que no son una obligación

España aprueba la ley de eutanasia y se convierte en el quinto país del mundo en regularla.

-Aprobada la ley de eutanasia: estos son los cambios con la nueva ley y cuándo entra en vigor

Aprobada la ley de eutanasia: estos son los cambios con la nueva ley y cuándo entra en vigorAgencia EFE

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Imagínate que tienes a tu madre con una enfermedad degenerativa incurable, un viaje diario a un deterioro palpable sin solución, la crónica de una lenta muerte anunciada de la que ella no quiere seguir siendo testigo desde su incapacidad ni que su gente la sufra. Para ello, se ha aprobado una ley que permite acabar voluntariamente con ese sufrimiento inhumano, para tomar las riendas de la vida cuando tienes claro que la muerte digna es el destino. La gran mayoría está de acuerdo, a excepción de cuatro fundamentalistas religiosos y folloneros sociales y políticos por ir en contra de algo que luego serán los primeros en beneficiarse de ello si se le tuerce amargamente la salud y la vida se lo pone a tiro.

Detrás del sufrimiento voluntario sin paliativos siempre hay ideas conservadoras apoyadas en algún principio moral bajo el amparo de alguna secta religiosa, supuestamente en pro de algún bien etéreo que se traducen en la desgracia humana absoluta. Pero nadie quiere morirse en la mierda mientras le contemplan en el hospital días, meses o semanas con un aspecto demacrado, saliéndole tubos por la boca a la espera de su final. ¿A quién no le ha pasado con algún familiar y ha deseado un "milagro" científico y legal? Qué bien que, por fin, ahí está ya.

Echando un ojo a la historia reciente de los derechos humanos básicos, parece que siempre ha habido gente poniendo chinchetas en el camino para no alcanzarlos, como en algo tan simple y necesario como el derecho al divorcio, mucho más liviano que el asunto de la muerte digna, pero igualmente necesario. A pesar de las voces contrarias cuando se aprobó hace cuarenta años, hoy ni el capillitas más conservador votaría por volver atrás y no poder romper su matrimonio, una relación de pareja infernal o con la que, simplemente, ya no quiera nada. Quizás de cara a la galería sí haya alguien a quien le interese taparlo, pero no en la intimidad personal ni legal, porque estamos en el siglo XXI y todo retroceso pica hasta al más ideológicamente hipócrita.

Lo mismo que ha pasado con el aborto. Llorones de pantalón verde y chaleco azul, y lloronas con falda por debajo de la rodilla y estampita en mano protestando décadas y décadas contra otro derecho básico fundamental como es la interrupción del embarazo en plazo porque te han violado, porque se ha roto el condón o por el motivo que consideres que no deseas ser madre, también amparados en sus ideas religiosas y conservadoras e inventándose la ciencia a su manera llamando "asesinato de bebés" a unas células. Un embrión no es un ser humano, pero ellos a su bola, hasta que les ha tocado un embarazo no deseado y, quienes han podido, se han ido a Londres a abortar cuando en España no era legal y tenían dinero para no poner en riesgo su vida dándose patadas en la barriga, tomando drogas o introduciéndose perchas oxidadas por la vagina.

Y sin olvidar el anterior derecho conseguido que sigue destiñendo ríos de polémica: el matrimonio homosexual, del que se siguen beneficiando los afines a las voces más críticas, porque aunque seas una persona gay o lesbiana dentro de una formación política conservadora, homófoba y misógina, a la hora de realizarte como persona siempre vas a hacer uso de esos derechos que de cara a la galería te oponías. Es de

sabios rectificar y disfrutarlo, pero también reconocer los errores basados en ideas caducadas y que, por el bien común, no se tambaleen, porque nada es vitalicio como algunos sueldos y, de un plumazo, pueden venir otra vez los colegas de la buena moral y derogar lo que tanto ha costado.

Casarte con alguien de tu mismo sexo, divorciarte si la cosa va mal, abortar si te has quedado embarazada y no deseas ser madre, o hacer uso de la eutanasia si sufres una enfermedad incurable que te deteriora irreversiblemente, no es una obligación. No es de buena persona desear que el sufrimiento ajeno sea una imposición.

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