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El dinero sí da la felicidad

Quien sostenga que no es importante ni necesario un sustento económico para estar con el bienestar a raya, miente.

El dinero sí da la felicidad

El dinero sí da la felicidad Pixabay

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El dinero sí da la felicidad o, al menos, ayuda a evitar o minimizar la infelicidad. Vivir más o menos bien es un trámite que no se paga con emociones, y quien sostenga que no es importante ni necesario un sustento económico para estar con el bienestar a raya, miente. Que el dinero no da la felicidad lo dice, precisamente, la industria multimillonaria de la literatura de la autoayuda y el zen imaginario, pero no se conoce a ningún autor o autora de estos bestsellers de la felicidad que haya renunciado a los royalties de sus obras superventas dando consejos con portadas de colores con gominolas, chuches y corazones.

Trabajar no da la felicidad

Lo que no da la felicidad es pasar los días, las semanas, los meses y los años trabajando por un sueldo miserable, con jefes déspotas, caraduras, explotadores y defraudadores que tratan a la mano de obra como monigotes a su servicio para, precisamente, ser ellos quien se compren el coche más caro y no un Dacia de segunda mano; un piso de diseño céntrico y no uno con fachada de arrabal soviético en el extrarradio; o un yate impensable para cualquier mortal mil o dosmileurista. Que dos mil euros tampoco son la panacea, aunque muchos con esas nóminas dignas de usar a modo de papel higiénico se crean clase media. Lo que da la felicidad es disfrutar la vida y no pasarla trabajando para que solamente la goce un jeta.

El salario emocional no da la felicidad

Otro salario que no da la felicidad es el emocional, el famoso sueldo no económico que llevan años metiéndonos en la cabeza desde los departamentos de los coaches y motivadores laborales para aumentar la productividad, que consiste en darte algunas "ventajas" que no son más que derechos que deberían contemplarse como básicos: flexibilidad en los horarios para conciliar necesidades personales y familiares; posibilidad de teletrabajar y contar con espacios de descanso en la oficina frente a trabajar en zulos sin ventilación o tener máquinas de café gratis aunque luego su elixir marrón en vaso de cartón o plástico provoque diarrea. Pero hemos llegado a creernos que somos afortunados por tener un extra que es básico para sobrellevar dignamente una jornada laboral.

Pagar facturas no da la felicidad

El concepto del salario emocional está muy bien si no tuviésemos más afán que producir dinero para cobrar un sueldo cada mes y poder pagar las facturas de la luz, el teléfono, Internet, seguros o los recibos de la Asociación de Amantes de la Berrea del Ciervo o del Club de Ajedrez. Pero lo primero que nos dicen si nos quejamos es que "eso del ajedrez o ver a los ciervos berrear no es una necesidad básica para vivir". Lo que está saliendo verdaderamente caro es el recibo de intentar vivir cómodamente y que tu economía no te permita cubrir lo básico.

Pagar el alquiler o la hipoteca no da la felicidad

Uno de los mayores jetas de los bestsellers de la psicología positiva, Rafael Santandreu, dice que cualquier persona puede ser feliz en cualquier lugar y en cualquier situación; en la cárcel o enfermo, pero lo dice desde el panóptico de la fábrica de billetes de su felicidad. La realidad es que es complicado estar feliz cuando tienes que pagar el alquiler o la hipoteca y te ves con los números rojos hasta las cejas, sin poder dormir o comer en paz pensando en si no te llegará el dinero; si recibirás una carta de amenaza de desahucio o para cortarte la luz, y justo lo que necesitas es comprar tu paz y bienestar básicos con una cantidad de dinero digna.

Pero luego, algún imbécil desde su trono forrado con billetes tiene el atrevimiento de decir que el dinero no da la felicidad.

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