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España es el Hollywood del bukkake

Una actriz porno desvela las prácticas humillantes que soporta cuando rueda bukkake

Japón prohíbe la pornografía explícita, por eso todas las pelis porno de japoneses están pixeladas. No se puede ver el pene, y por tanto no se puede ver la penetración. Además, es una cultura con una sensibilidad a flor de piel, tímida y dramática. Ellos acuñaron “kamikaze” y “harakiri”, dos palabras que hablan del honor, la muerte y la vergüenza. No es de extrañar que sea precisamente la cultura japonesa la precursora del tipo de pornografía más humillante, el bukkake.

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En un bukkake no hay penetración, y ver el pene no es indispensable. Una mujer se pone de rodillas y recibe la eyaculación de varios hombres, 10, 20, 30… o 100. Con la boca abierta, o con un recipiente, va haciendo acopio de las corridas, las reserva, y al final de la velada, las traga todas.

Probablemente, la mujer en cuestión tenga ya los ojos rojos, porque si el semen produce cierta irritación, no hablemos de varias decenas de corridas. Llevará casi una hora de rodillas y, por ser una grabación porno, habrá realizado del orden de las 50 felaciones.

Es difícil entrar a juzgar si el porno es o no humillante. De primeras, nada tiene por qué serlo si tenemos en cuenta que es ficción, pura fantasía. Quienes graban los bukkakes, como quienes graban cualquier tipo de porno, son trabajadores de una industria, y en principio, no personalizan lo que ruedan, sino que ceden sus cuerpos a la obra. Es un trabajo, ya sabes.

Pero si dedicamos un minuto a razonar qué hay de humano en el bukkake, o incluso: qué hay de primario, de “erotizante” (si se puede utilizar esa palabra), la única conclusión que cabe es la humillación.

No está de más saber que, si te gustan las pelis de terror, cuando vas al cine a verlas pretendes pasar miedo, y también: si ves un bukkake, lo que vas a presenciar es una historia donde reina la humillación, de una mujer en concreto, y de las mujeres en general. Porque no hay más argumento, no hay condicionantes, es puro gonzo.

Tal vez por eso, cuesta mucho hablar con personas que hayan trabajado en bukkakes. Quienes están en activo no tienen especial intención de comentarlo con los medios de comunicación. Y quienes dejaron estos proyectos, pretenden desligarse completamente y que el “bukkake” no les salpique, valga la imagen.

Torbe, el bukkakero español

En todo el planeta, los sites especializados en porno bukkake se cuentan con los dedos de una mano. Uno de los más famosos está en Texas y, en cada velada, ponen a una chica negra a disposición de 50 blancos con camisetas con la bandera confederada (que en Alemania sería como hacer un bukkake con una judía, llevando camisetas nazis).

Si buscabas pruebas “antropológicas” o sociológicas de si el bukkake busca humillar, probablemente esta puesta en escena diga mucho.

Otro de los grandes referentes mundiales es Alemania, donde una productora graba bukkakes brutales con actrices locales. Allí, el semen a veces deja lugar también a la lluvia dorada. No hace falta ser una monjita de clausura para ver que estos bukkakes parecen pesadillas filmadas: se graba en lugares que parecen discotecas oscuras y decadentes, con luces de neón y un amasijo de pollas en la boca de la actriz. Fomentan la garganta profunda hasta casi la asfixia de la actriz.

En España, se empezaron a rodar bukkakes de la mano de Torbe, el creador de uno de los portales porno españoles con más solera, tal vez el primero. Si lo analizas, las chicas de los bukkakes de Torbe son pornstars autárquicas, nacen de la mano de Torbe y mueren con Torbe, no suelen prodigarse demasiado fuera de sus redes, ni prosperar en otros mercados, salvo excepciones.

Las chicas que hacen bukkake, no son actrices porno al uso. Y Torbe lleva casi una década rodando este género sin parar, salvo durante la época que pasó en prisión por trata de mujeres y blanqueo de capitales. Ahora, el site se ha profesionalizado, ruedan entre tres y seis bukkakes al mes con actrices nacionales y de Europa del Este.

Si los chicos no son actores: son puteros

Hablo con una de las actrices de Torbe, ella grabó con él hace varios años, inició una carrera en el porno que decidió detener abruptamente. Y, pese a que no se avergüenza de su etapa porno, el bukkake es lo que recuerda como su mayor error.

“Cuando grabas con actores, estás con gente como tú, que hace su trabajo. Todo lo que se ve en el porno es mentira, nadie está ahí para disfrutar, ni para hacer sus fantasías realidad. Es trabajo", me explica.

"Pero cuando haces un bukkake, sabes que todos esos tíos son espontáneos, para ellos es real, han salido de casa para correrse en tu cara, la mayoría son puteros que hoy están haciendo un bukakke gratis y mañana pagan por ir a un piso de rusas y elegir chica”, añade V. la actriz que prefiere, obviamente, no desvelar su nombre.

El problema del bukkake es que necesita muchos chicos, y no todos pueden ser actores porno. De hecho, ninguno lo es. Por eso, se recurre a gente que acepta ir respondiendo a mensajes en foros y sites especializados.

Hablo con R. (no es su nombre real), él trabajó con Torbe durante una época llevando la producción de los bukkakes, hoy en día está en una productora de cine profesional y lo último que quiere es que se le relacione con esa época.

“Los chicos escriben un email a través de la web, y enviaban una foto de su miembro erecto, esa era la forma de apuntarse al bukkake. Para venir, solo se les pedía un análisis de ETS con menos de tres semanas de antigüedad. Así alguna gente se hacía fija, y se traían a los amigos”, recuerda.

La tarifa que cobra una chica es muy variable, depende de su físico, su popularidad, cuantos chicos asistan al bukkake, y, si finalmente, tragará el semen o lo derramará. V. me habla de que cobró menos de 500 euros. R. me habla de unas tarifas entre 200 y 400. Sin embargo, Torbe ha concedido entrevistas diciendo que paga unos 3.000 euros por bukkake. Supongo que todo es variable y negociable.

“Durante ese tiempo y dada la naturaleza de las grabaciones nunca tuvimos ningún incidente con vecinos pese a ser una zona residencial, se les decía que hacíamos castings para anuncios y figuración, que, por eso, la gente era tan normal”, finaliza R.

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