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Excentricidades sexuales de Reyes y Borbones

Becaria hace un paralelismo con los Reyes Magos y los reyes de España, reflexionando sobre el gusto por el sexo de los Borbones desde hace generaciones.

El rey Felipe VI

El rey Felipe VIEP

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Los Reyes son los padres, y también una familia de subvencionados en el Estado español que ostenta cargos propios de otras épocas, con protocolos, labores y sinsabores que en el 2023 suenan a chiste a cambio de un buen pellizco de dinero público. Los Reyes Magos son cosa de enero y la estirpe borbónica es trending topic todo el año. Como diría Rajoy, "hay a quienes les gusta esta familia y hay a quienes no".

Lejos de hacernos regalos, como nos evoca esa nomenclatura, se los hacemos nosotros a ellos. Y lejos también de que seamos quienes elijamos a los reyes a diferencia de cuando el vecino elige al alcalde, siendo el alcalde quien quiere que sean los vecinos el alcalde (mención especial nuevamente a Rajoy), no nos queda otra que quedarnos con las glorias que a lo largo de los últimos siglos nos ha ido dando la tan peculiar familia de los Borbones.

A unos más y a otros menos, siempre les ha gustado el sexo más que a un bobón un lápiz. Alfonso XIII, el bisabuelo del actual monarca Felipe VI, fue el primer productor de cine porno español a principios del siglo XX, quien ordenó la grabación de cintas como 'El confesor', 'Consultorio de señoras' y 'El ministro', que a día de hoy se pueden encontrar en los bajos fondos de Internet y en la Filmoteca de la Generalitat Valenciana. Sicalipsis de cuerpos redondos y con pelo, vistos más de lado que de frente, y en blanco y negro. En otro orden de erotismos, Alfonso XIII debía de tener más éxito con su mano derecha que con las mujeres, pues parece ser que padecía una aguda halitosis; le cantaba el pozo a rata muerta.

Actualmente no sabemos qué tal calza el director general de la Corona Española, pero Fernando VII, llamado 'el Deseado' y también 'el rey Felón', allá por el siglo XIX ostentaba una descomunal mandinga de unos treinta centímetros y deforme, por lo que para mantener relaciones con su esposa María Cristina, utilizaban un cojín con forma de donut para empotrar sin dolor y favorecer la procreación.

Felipe V, el anterior tocayo del actual monarca, era un pajillero redomado. Como cuenta el autor José María Solé en el libro 'Los pícaros Borbones', "en el palacio real de Nápoles protagonizó públicos episodios de abierto masoquismo exhibicionista, como cuando, ante el estupor de los cortesanos, obligaba a sus propios bufones a golpearle con dureza y a escupirle en el rostro". Puro vicio con ínfulas de culpabilidad que luego iba a llorar con el glande goteando a su confesor. Rimando con Borbón, a su manera, aquella otra pasión.

¿Cómo será Felipe VI dando rienda suelta a sus bajos ardores? ¿Seguirá activo el emérito entre escarceos fallidos y sus muletas? ¿Cuáles serán sus parafilias inconfesables?

Algún día saldrá a la luz. Nada ha cambiado desde entonces a los Reyes y a los Borbones más que el pudor, todo mucho más entretenido que la parafernalia de Gaspar, Baltasar y Melchor.

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