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La increíble historia de la monja Alférez, la primera mujer que logró ser reconocida como hombre ¡hasta por el Papa!

Diostuitero nos cuenta la historia de Catalina de Erauso, la monja alférez a la que el Papa Urbano VIII permitió vestir como un hombre.

La increíble historia de Catalina de Erauso, la monja Alférez

La increíble historia de Catalina de Erauso, la monja AlférezWikipedia Dominio público

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Sí, hijos míos, y mucho antes de la ley trans.

Catalina de Erauso fue una indómita mujer vasca del siglo XVI cuya vida, contada por ella misma en una autobiografía, fue tan fascinante que ha dado lugar a numerosos estudios, libros e incluso una obra de teatro y una película ( no muy buena, por cierto) protagonizada por Esperanza Roy.

Hija de un capitán, fue ingresada junto a sus hermanas en un convento a la edad de 4 años. Era muy rebelde, y le trasladaron a otro mucho más estricto, hasta que se hartó y, disfrazada de hombre, se escapó a la edad de 15 años. A partir de ahí, toda la vida se hizo pasar por varón, sin que nadie se diera cuenta del engaño.

Sobrevivió comiendo hierbas, trabajó de paje, de ayudante de un médico, fue la única superviviente de un naufragio, y era ludópata, ladrona y pendenciera, además de robusta y muy hábil con la espada. Tanto, que se batió en duelo numerosas veces, confesando ella misma haber acabado con la vida de diez hombres.

Sí bien en sus memorias Catalina no declara atracción alguna por hombres o mujeres, sí menciona alguna aventura lésbica, como cuando una ventera la sorprende "andándole a la hija entre las piernas", y también reconoce haber sacado provecho en dos ocasiones de su disfraz de varón para obtener regalos de sus futuras prometidas, las cuales desconocían su verdadera identidad. Prometidas con las que no se casó, únicamente las estafaba.

Era cómo el equipo A, se pasó media vida huyendo de la justicia, solo que en lugar de solucionar problemas, los provocaba.

Emigró a América, donde estuvo cuatro años enrolada como varón en el ejército luchando contra los indios mapuches, con tal grado de eficacia y ferocidad que fue ascendida a alférez, y no le hicieron capitán debido a su excesiva crueldad.

Tras muchas peripecias, incluidas varias condenas a muerte, se vio contra las cuerdas y para salvar la vida acabó confesando ante el obispo del lugar que era una mujer.

Después de un examen por parte de un conjunto de matronas, que determinaron que era cierto y que además era virgen, el obispo la protegió y fue enviada a España. Allí la recibió el rey Felipe IV, el cual le mantuvo su graduación militar y la apodó monja alférez, a la vez que le permitía emplear su nombre masculino y le concedió una pensión por sus servicios a la Corona en la Capitanía General de Chile. El relato de sus aventuras se extendió por Europa, y Catalina viajó a Roma, donde su visita fue todo un acontecimiento. Allí tuvo una audiencia con el papa Urbano VIII, el cual la autorizó para continuar vistiendo de hombre.

Su retrato debería presidir hoy la sala de juntas del Ministerio de Igualdad.

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