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SOL, CALOR, VACACIONES Y DESAMOR

¿Por qué siempre rompes con tu pareja en verano?

El a veces insoportable calor suele caldear el ambiente y freír el cerebro de los cónyuges. A esto hay que sumarle que ya no os veis sólo durante ese ratito nocturno en el que cenáis mientras os decís lo mucho que os habéis echado de menos sino que, de repente, os pasáis el día juntos, 24/7. Las vacaciones se han convertido en rutina y la rutina en unas posibles vacaciones. Y, encima, para rematar, tu pareja ha puesto una cara un poco rara cuando te has probado el bañador del año pasado, en ese momento has pensado, maldición, otro verano que me ha pasado de largo la operación bikini.

-Celos

CelosiStock

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Voy a intentar no sonar demasiado grave, al revés, ya hay muchos psicólogos y expertos en la materia publicando libros y artículos de peso como para pretender descubrir la fórmula de la Coca-Cola. Este texto nace casi como uno de esos ejercicios de introspección que nunca está de más rememorar cuando llegan estas fechas.

Todos sabemos que el verano puede complicar la vida de muchas parejas. Verano es igual a vacaciones, y las vacaciones pueden ser la 'kriptonita' de esas parejas. Lo fácil sería pensar lo contrario, pero luego llega la realidad y te aplasta como si fuera Godzilla.

Por ejemplo, los profesores, y no estamos hablando precisamente de un sector minoritario. De finales de junio a septiembre tienen todo el tiempo del mundo para amarse y disfrutarse. El problema es que cada uno ya tiene sus 'modus vivendi' y sus 'modus operandi' durante el resto del año y, de repente, tienen que resetearse y re-aprender a readaptarse mutuamente.

Hay que volver a convivir el uno con el otro sin parecer un concursante de Gran Hermano. Hay una sobreexposición, son 24 horas al día, siete días a la semana, bajo el mismo techo, ya sea el propio o el de un hotel. La posesión del mando a distancia, la temperatura del aire acondicionado o tonterías por el estilo, pueden ser la excusa perfecta para una discusión de proporciones épicas

Es primordial planear juntos las vacaciones, actuar según las reglas del juego, no imponer destinos y jugar al juego democrático. Creo que hay que rebajar las expectativas, por ejemplo, si las crisis vienen de muy atrás, un paraíso tropical, por muy idílico que sea, no va a solucionar los problemas, desde luego es un bálsamo para la relación, pero no es el milagro de los panes y los peces.

Obviamente, siempre será mejor esta opción que alquilarse un apartamento con los niños y los suegros en la quincena más hardcore de Benidorm, tampoco hay que ser muy avispado para ver esto.

Quiero hacer hincapié en algo que todos hemos hablado en más de una ocasión. Tendemos a idealizar las vacaciones de verano. Las convertimos en un hype y en más de una ocasión acaban siendo un bluff. Hay más vacaciones durante el resto del año, puede que no sean, ni tan largas ni tan caras, pero sí más relajantes y curativas que las a veces sobrevaloradas vacaciones estivales.

Juntar tres días e improvisar un viaje al extranjero, escapar a una casa rural o buscar ese hueco para visitar a tus olvidados amigos de Barcelona. Solos, e incluso a veces mejor acompañados. Sociabilizarse fuera de casa siempre es bueno, rompe parte de la burbuja tóxica en la que probablemente estamos atrapados y permite que entre un poco de oxígeno.

Estés o no de vacaciones, el verano no es sólo sangre sudor y lágrimas. El calor aumenta el nivel de oxitocina y endorfinas, que provocan más deseo sexual. La luz solar estimula la producción de testosterona y estrógenos.

Cuidado, porque si la herida está muy abierta, uno o ambos miembros de la pareja pueden desviar su atención hacia otras personas con el fin de aprovechar el tsunami neuroquímico-sexual. No hay que olvidar que en verano hay mucho tiempo libre, fiestas, alcohol y poca ropa.

La infidelidad es una tentación demasiado jugosa. Y, encima, hay muchos y muchas que, al contrario que tú, se han tomado demasiado en serio eso de la operación bikini.

Me gustaría acabar dejando un buen sabor de boca. En verano también hay más tiempo para hablar, para pasear, puedes ir a la piscina, al cine de verano… así que si existe alguna posibilidad, por muy pequeña que sea, de salvar lo nuestro, vamos a intentar que el verano no sea nuestro verdugo.

Si esto falla, siempre podremos hacer terapia de pareja. Ponerse en manos de un especialista no es una mala opción. En la consulta del psicólogo siempre hay sillas cómodas, y lo más importante, aire acondicionado, perfecto para enfriar nuestras ganas de romper.

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