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Recorre medio mundo para ser tatuada por la tatuadora más vieja del planeta

Sara Howell caminó por las remotas montañas de Filipinas para ser tatuada por la tatuadora más antigua del mundo, con 108 años.

Recorre medio mundo para ser tatuada por la tatuadora más vieja del planeta

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Lo que empezó como un sueño terminó convirtiéndose en la experiencia más intensa de su vida. Sara Howell, una joven de 26 años originaria de Fayetteville (Carolina del Norte, EE. UU.), recorrió medio mundo para conocer a Apo Whang-od, la legendaria tatuadora filipina de 108 años que mantiene vivo el arte ancestral del batok.

Sara emprendió un viaje de más de 30 horas desde Washington D.C. hasta Manila, decidida a llevarse en la piel un pedazo de historia. Pero lo que no imaginaba era que la aventura apenas acababa de comenzar.

Tras aterrizar en la capital filipina, le esperaba un trayecto de diez horas en autobús por sinuosas carreteras de montaña, seguido de una caminata de dos horas hasta el remoto pueblo de Buscalan, en Tinglayan. Allí, acompañada de su guía local Celine, descubrió la vida en la región: se subió a un jeepney, el medio de transporte más popular del país, y continuó en moto hasta llegar al corazón de Kalinga.

Cuando por fin alcanzó Buscalan, recibió una noticia inesperada: Apo Whang-od había salido esa misma mañana hacia una boda en el pueblo vecino de Tabuk. Pero Sara no estaba dispuesta a rendirse después de tantos kilómetros. Pasó la noche en la aldea, donde conoció a Grace, nieta y aprendiz de Whang-od, también experta en el batok.

Para no regresar con las manos vacías, se dejó tatuar por Grace. Con tinta natural y una espina como aguja, golpeada manualmente contra la piel, Sara recibió un diseño tradicional. "No fue tan malo, un dolor de seis sobre diez", contó entre risas.

A la mañana siguiente, junto a su guía, emprendió una nueva caminata de tres horas rumbo a Tabuk. Allí, tras preguntar a los locales, dieron con Whang-od: estaba en un pequeño rincón, rodeada de turistas, tatuando con la serenidad de quien lleva más de un siglo practicando su arte.

Sara finalmente cumplió su sueño. La anciana artista le marcó en la piel su diseño más característico: tres puntos que simbolizan la conexión con su linaje materno. "He tomado un avión, un autobús, un jeepney, una moto y he caminado durante horas para llegar aquí. Y todo ha valido la pena", aseguró.

Lo que comenzó como un viaje para hacerse un tatuaje terminó convirtiéndose en el recuerdo más valioso de su vida: una historia de esfuerzo, tradición y conexión cultural que ya llevará para siempre en la piel.

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