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Leonor y el dilema entre republicanos y monárquicos

Becaria escribe sobre la situación de la monarquía en España el debut y protagonismo de la princesa Leonor en el desfile militar del 12 de octubre.

La princesa Leonor, junto a los reyes Felipe VI y Letizia

La princesa Leonor, junto a los reyes Felipe VI y LetiziaEFE/ Juan Carlos Hidalgo

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España es una nación que huele más a república que a monarquía, una mayoría tricolor que no se puede afirmar con exactitud porque a día de hoy, no nos han dejado expresar nuestra preferencia en las urnas. Porque, aunque los nacionalistas de la bandera rojigualda den más el cante y hagan más ruido con sus proclamas apuntando más a la derecha cuando tiende a infinito que al centro, y mucho menos a la izquierda, el sentimiento antimonárquico generalizado pesa más que el aullido de cuatro llorones onomatopéyicos herederos del juancarlismo.

En el presente mes de octubre puede confundirse este sentimiento monárquico/republicano con el debut y protagonismo de la princesa Leonor en el desfile militar del 12 de octubre, día de nuestra fiesta nacional, una particular celebración donde no faltaron guardias civiles desfilando a caballo, una desternillante coreografía de los legionarios con "la cabra, la cabra, la puta de la cabra, la madre que la parió, yooo tenía una cabra que se llamaba Asunción" y sus distinguidos marcados paquetes impidiendo el correcto fluir sanguíneo en sus testículos, imposible no fijarse en ellos e imaginar qué número calzarán esos apuestos hombrecillos verdes, entre otros efectivos como la armada haciendo una pantomima también impropia de este siglo y la policía nacional paseando a sus perros en el capó del coche. ¿Para qué? Ellos y solamente ellos sabrán, pero el pueblo aplaude igual.

Un día en el que tampoco faltó el salto anual en paracaídas, aunque este año no nos dejó ningún meme estampándose contra ninguna farola, quizás porque fuese pilotado por una mujer y no por hombres empanados como en los años anteriores, y tampoco falló a la cita la famosa Patrulla Águila, los aviones de los chemtrails, como dirían algunos flipadetes del conspiracionismo climático, con los colores de España que tanto gustan al pueblo llano. ¡Nos fumigan las neuronas y la capacidad de discernimiento! Qué más da, España mola y nos tienen entretenidos, que para eso pagamos.

Yendo a lo importante, según los voceros mediáticos, estos días tal cual parece que España es monárquica hasta la médula gracias a nuestra Leonor, que encaja en los perfectos cánones de princesa de cuento: bella, lista, superficialmente encantadora, de apariencia frágil con los ojos azules y la piel blanca y a la vez durísima con su disfraz de romano, sin oficio ni beneficio aparente, más allá de dar un besito a un trapito, "jura de bandera" en la jerga militar. Y he aquí el nuevo despertar monárquico por una joven a punto de estrenar la mayoría de edad y nuevas responsabilidades florero; una borbona guapa, lo nunca visto en los cientos de años de historia borbónica, lo que a la gente aburrida en el sofá con el mando de la TV en mano le despierta mucha ternura y las emociones que se les vendan, aunque haya heredado la pirenaica napia de su madre antes de operársela. Esperemos que la conserve, por su bienestar —que nunca es plato de gusto pasar por quirófano— y por el de nuestros bolsillos.

¿Alguien se imagina el fenómeno Leonor si se pareciese a Paz Padilla? Esta semana, Leonor volverá a brillar en la entrega de los Premios Princesa de Asturias en Oviedo, volverá a encandilar al público y nos la venderán como la futura heredera al trono, como si no nos fuera a dar tiempo al pueblo a votar entre este sin sentido medieval o algo más próximo a la inteligencia artificial. Pero, ante todo, ¡ánimo, Leonor!

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