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Temas de conversación plomazo en un grupo de madres

Becaria escribe sobre las madres monotema.

Temas de conversación plomazo en un grupo de madres

Temas de conversación plomazo en un grupo de madres Pixabay

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Hay una serie de temas de conversación soporíferos cuando te juntas con varias amigas y coincide que eres la única sin hijas, hijos ni hijes: ¿Tallas? ¿Peso? ¿Los abuelos? ¿Las tiranteces con el padre? ¿Los parques de bolas? ¿La comida basura de la suegra? ¿La guardería? ¿La teta? ¿El biberón? ¿La conciliación? El momento en el que te ves sumergida en esta circunstancia, no te queda otra cosa más que darte por jodida, escuchar, no opinar para no herir sensibilidades y poco más.

La ropita y los piesotes

Los padres - casi - nunca hablan de medidas, peso ni tallas porque no saben, suelen decir que "eso es cosa de la madre". Para quienes no somos madres, ese universo del tallaje de la ropa y el número del pie cuando las edades aún se cuentan en meses, nos suena a chino mandarino y nos interesa un carajo salvo que necesitemos el dato para regalar una prenda porque sea el cumpleaños, aunque no suele darse el caso más allá del nacimiento. Y no hablemos ya de cuando se les va quedando la ropa pequeña y surge el trueque de “ropita sin estrenar”. Arriésgate tú a coger vestidos y pololos ajenos, y que le peguen a tu hijita la gripe del mono.

No queda más remedio que aguantar el tirón y esperar a que caiga un rayo o pase una ambulancia follada para cambiar de tema.

La liga de la teta

La lactancia, siendo un tema tan importante, como que es lo que nos mantiene vivos en la más tierna edad, puede frustrar el encuentro en una tarde de cafés, refrescos o cervezas con amigas. Todas las cosas "interesantes" que tenías tú para contar de tu trabajo, tu jefe, tu último novio o las últimas aventuras sexuales con aquel gimnasta de El Circo de los Horrores que conociste en Badajoz, se van al garete. ¿Que si mejor la teta o el biberón? ¿Que si tú le vas a dar pecho hasta los cinco años? ¿Que a la otra le duelen los pezones y ya no soporta más? Bueno, el saber no ocupa lugar, y el bienestar postnatal de tus amigas también te importa. Hasta cierto límite de horas de estar hablando y “dale que dale” a lo mismo.

Mi niño no me come; Mi niño no me duerme

“El niño no come”; “El mío come guay”; “Yo le doy verduras”; “El mío se despierta por la noche”; “El mío duerme como un lirón”. Cuando en una conversación de madres sale el tema de la comida, el insomnio y la somnolencia, la vena nutricionista y de médica especialista del sueño de alguna, es insufrible. Se intercambian consejos, se sugieren recetas y medicamentos, pócimas mágicas de herbolario, esencias de aromaterapia carentes de validez científica y todo tipo de paparruchadas de la tatarabuela, porque sí es cierto que el carnet de madre dota de cierta desesperación por probar todo lo “natural” antes de ir al médico cuando algo no va bien. Y, entre tanto, tú pensando en si no puede hablar ya de cosas normales.

La guardería, el cole y los médicos

No pasa nada, tenemos toda la tarde por delante, una hora para cada tema: las anécdotas en la guardería o el colegio; todas y cada una de las toses, fiebres, gripes, covid y piojos de la niña; la tribu de las madres de las extraescolares; el grupo de WhatsApp de padres y lo tonta que es la madre de Jaimito o el padre de Abelardito. ¿Que Jimena está pachucha? “Pues al mío, el Apiretal (el paracetamol para niños) le va bien”. No pasa nada, si nos sobran cinco minutos, ya os comento yo lo mío, y me enchufo directamente un Diazepam.

"Beltrán no me ayuda nada"

No es que Beltrán no ayude, es que no cumple con sus obligaciones y responsabilidades como padre y, claro, entre amigas es importante compartir el feo sentimiento de soledad cuando eres madre con un gañán que pasa del hijo y de la progenitora, y lo vives como si estuvieras soltera. En esta situación es donde más capacitada te sientes para farfullar contra el padre y decirle a ella "Tía, háblalo con él y ponte seria". Pero al final, también percibes cómo las cosas que te pasan a ti como soltera y sin responsabilidades familiares, a ojos del resto son menos importantes que quienes han decidido procrear y, a su manera, complicar su vida.

La maternidad desde fuera también se vive con mucha angustia y dolor de cabeza, pero también con mucho alivio desde la ausencia de esas cadenas.

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