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TRILOGÍA ELEMENTAL DE ESPAÑA

Val del Omar y el origen desconocido del gótico español

El estudio sobre el tenebrismo místico de Castilla, la luminosidad y el agua de Granada o el mundo sobrenatural gallego del tríptico de cortos de Val del Omar descubren a la España enquistada, el doloroso quejío de sus miserias y su fantasmal imaginería rural de tradición católica en una nueva era de ignorancia perpetua y regresión carpetovetónica. Desconocida y poco difundida, esta obra onírica y casi surrealista es una pieza imprescindible del cine experimental internacional y germen del movimiento del fantástico y terror conocido como Spanish Gothic.

-Aunque tiene una exposición permanente en el Reina Sofía, la obra de Val del Omar no es demasiado conocida.

Aunque tiene una exposición permanente en el Reina Sofía, la obra de Val del Omar no es demasiado conocida.D.R.

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Resulta paradójico que la obra de José Val del Omar permanezca aún hoy desconocida para el gran público. Incluso, a pesar de que el Museo Reina Sofía le haya dedicado una exposición permanente, su nombre no crea ecos en la memoria de muchos estudiosos del mundo audiovisual o la historia del cine español.

Se podría escribir aún mucho sobre la figura de este cineasta, inventor y poeta, ya que los estudios sobre su obra no cuentan con una gran distribución y sus trabajos audiovisuales están aún limitados a una edición bastante descatalogada. Se encuentra, pues, en un ciclo constante de olvido y descubrimiento que no acaba de aposentar su apellido entre los grandes creadores de cine experimental mundial.

De entre todas sus obras, su Tríptico elemental de España representa muy bien las distintas disciplinas que aplicaba el granadino a su trabajo cinematográfico.

Hace falta un glosario específico para poder definir los avances e inventos que aplicaba, una serie de patentes que incluían el zoom, el formato Bi-Standart y 16/35mm, el sonido diafónico (precedente del dolby y el stereo), el cromatacto, palpicolor, táctilvision, desbordamiento apanorámico de la imagen o la óptica biónica. Todas sus técnicas e invenciones las aplicaba sobre una obra inclasificable, difícil de encuadrar en cualquier movimiento, que nos recuerda a muchos autores experimentales, con los que se le emparenta.

Cuando uno observa la yuxtaposición de imágenes siguiendo una lógica extraña, alejada de narrativas convencionales, no puede dejar de pensar en el movimiento dadaísta y surrealista, una aparente falta de narrativa que en palabras del autor sugiere "un sueño de cinematografía intuida insólita por andar sus imágenes flotando sin aparente coherencia" una discontinuidad en suspensión que en, por ejemplo, Un perro andaluz (1929) de Buñuel son imágenes voluntariamente inconexas, sin más intención que desafiar lo racional y explorar las posibilidades ocultas del subconsciente, en el caso de Val del Omar se centra en emblemas de la cultura española y su angst religioso con un sentido críptico y documental muy intencionado.

Ateniéndonos los resultados meramente visuales y sensoriales, su obra, los cortos que componen esta trilogía, se pueden emparentar con diferentes movimientos de vanguardia, ya desde el propio surrealismo a corrientes expresionistas europeas. Aunque las herencia de las poliédricas recreaciones literarias de James Sibley Watson y Melville Webber, a base de imágenes fractales, coinciden con algunos de los delirios simétricos de los primeros cortos de la trilogía. Algo que entronca partes de esta con los trabajos de Kenneth Anger, cuya cualidad esotérica simpatiza también con el misticismo de Omar; su ceremonial de la imagen comulga con el barroquismo teatral de obras como Inauguration of the Pleasure Dome.

Para Elena Romea, filóloga que investiga su obra, en su libro Tríptico elemental de España de José Val del Omar como poesía del 27, la obra es la prueba real y última de la idea de "poema en imágenes" que se encuadraría en las máximas de la Generación del 27. Este grupo cultural buscaba "elevar el arte por encima de la existencia cotidiana" y para ello "el poema se convierte en una constante acumulación de imágenes sin su referente real". Por tanto, teniendo en cuenta que la trilogía se compone de imágenes motoras, que buscan la experiencia, la trascendencia mística, puede considerarse un "poema cerrado, autosuficiente, que encierra la auténtica y total realidad de las cosas".

Val del Omar aplicaba sus técnicas e invenciones sobre una obra difícil de clasificar.
Val del Omar aplicaba sus técnicas e invenciones sobre una obra difícil de clasificar. | D.R.

La relación con este movimiento también le emparenta con Lorca, cuya relación con Granada convierte el Aguaespejo Granadino de Val del Omar en una visión fantástico-onírica de la ciudad, con el uso simbólico del agua y la luz como fluir de la vida, similar al del poeta. Esto añade una dimensión telúrica a la funcionalidad documental de los cortos, que los convierte en el germen de la explotación del carácter español, de su imaginería rural, católica y mística como un todo desbordado por la España profunda. Una representación de los valores más tradicionales como adalid de lo grotesco, el previo del esperpento en el cine español.

En este campo, ya desde la estricta óptica del fantástico y terror, no solo sus imágenes de cariz inconexo funcionan como abertura a un mundo subconsciente y desconocido que llegan al terror absoluto; el horror de lo sublime, lo tétrico y pesadillesco entra en la dinámica de unos pocos autores que utilizan la belleza de lo terrible como generador de arte. Pero además, usa la imaginería católica, el sonido basado el pulsiones de la música tradicional y el carácter de cada zona de la península como un desencadenante simbólico. El poder de sus imágenes sugestiona, y capta el momento particular de una España cuyo caldo de cultivo trágico y árido convierte la miseria en reclamo puramente gótico.

Según Ángel Sala en su ensayo 'Profanando el sueño de los muertos' existe un género propio de cine de terror español, puramente ibérico, que se mira de tú a tú con los reflejos del medio rural italiano de Pupi Avati o Lucio Fulci y sobre todo, el American Gothic, un movimiento nacido por la crónica negra de la Norteamérica olvidada y perdida. En España, según Sala, ese gótico ibérico comenzaría con El Extraño viaje (1964) de Fernando Fernán Gómez, aunque su matriz tenga lugar en el propio quejío, en la tragedia Lorquiana, en el dolor castellano de Delibes, o la inmensa iconografía fantástica y oscura galaica. Todo ello se taquigrafía en forma de fotogramas en el tríptico de Val del Omar.

La temática religiosa y el tremendismo son dos constantes en la obra de Val del Omar.
La temática religiosa y el tremendismo son dos constantes en la obra de Val del Omar. | D.R.

El orden de visionado de la trilogía es inverso al cronológico. Dentro de Acariño galáico, el director exploraba el misterio de la tierra del barro, un viaje oscuro e inquietante por el imperio de las meigas y las ánimas en pena. Un corto que podría aterrorizar al mismísimo David Lynch, que seguiría el experimento visual de Fuego en castilla, un ensayo sonámbulo de TactilVisión (iluminación por impulsos creada por él mismo) del páramo del espanto sobre las figuras religiosas del francés Juan de Juni y del español Alonso de Berruguete. Un uso alegórico de las esculturas y el fuego para describir el castellanismo católico y oscurantista. El final, fue el primer episodio cronológico, es Aguaespejo granadino, sobre el que se mira la magia de Granada, y se cita a Lorca de nuevo, estableciendo las raíces de este Spanish Gothic en los mismos poemarios del autor andaluz.

Hace un par de meses, la revista Caimán incluía el tríptico dentro de las 15 obras más importantes del cine español en su lista de cien referencias fundamentales. Reconocimientos tardíos que, poco a poco, van rompiendo el muro del olvido. Más que cine poético, de vanguardia, y experimental, es una obra visionaria, seminal y creadora del gótico español en el cine. Es puro arte en movimiento, espectáculo artístico inmersito cuya proyección quería salirse de la pantalla, interactuar con el espectador. Si Val del Omar hubiera trabajado en Hollywood habría sido William Castle y si viviera hoy estaría en la punta de la lanza de las experiencias de realidad virtual.

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