FESTIVALEO

Love the 20s: chúpate esa, Coachella

Aun con dificultades técnicas por los inesperados rayos y truenos del final, el evento más nostálgico de Europa se consagra en Madrid con una lección de buenrollismo.

Love the 20s.

Love the 20s.Carlos J. González

Publicidad

Entre la emoción (por la rabia de no poder actuar) de una famosísima exconcursante de OT y las lágrimas (por alegría) de una leyenda del dance en el backstage de su escenario lleno de auténticos y veteranos fans, en la octava edición de Love the Twenties me ha dado por pensar que llevo 21 años cubriendo súper eventos y no hay ninguno que se le acerque a lo que se ha inventado Sharemusic: nostalgia de la nostalgia.

"Esto es el festival de hace décadas que simplemente no se podía realizar en aquellos tiempos", resume Edu, el 50% de los Jumper Brothers, presentes desde la primera edición. "Guardo el estreno, en 2017, como algo muy especial, claro, pero hemos ido evolucionando en todo, desde la selección musical al diseño de los vídeos o la experiencia completa" añade el otro hermano del dúo, Toñín. Igual que un vino añejo, hay un tipo de música que se disfruta y entiende mejor con el paso del tiempo.

80 medios acreditados y 70 artistas dan fe de la magnitud que ha adquirido un festival incomparable en el plano nacional y hasta internacional, ya solo por los nombres se dejan querer por un marco cada vez más prestigioso. Si la semana pasada un nombre como Mili Vanilli se sumaba al plantel por primera vez, en los 20s ha sido Miami Sound Machine, seducidos por un cartel que no podían rechazar: "No estamos de gira europea, hemos venido porque mi manager creyó que era una oportunidad única, y no se equivocaba". Son palabras de Carla Vanessa, la voz del grupo norteamericano y que asegura (en spanglish) que le "encanta la variedad en los gustos del público español".

Es que no hay más que ver cómo la primera fila del escenario playa aclamaba a las Sex Bomb como divas eternas 21 años después de su formación. "Es increíble lo que nos queremos y lo bien que nos compenetramos", decían divertidísimas Sonia Monroy y Yola Berrocal en el backstage, lamentándose por no poder firmar las docenas de discos que le ofrecían durante su actuación. "Y tras festivales como estos, se nota el empujón en popularidad".

Coincide con ellas, literal y figuradamente, Raúl, otro ídolo renacido: "Aunque no he dejado de trabajar desde que empecé, es un gusto reencontrarse con un público que sigue tan fiel décadas después, y que viene de todas partes o incluso repite para ver este plantel". Incombustible y lozano como en la década que lo hizo famoso, ahora se hace acompañar por familia muy cercana para que sean partícipes de la 'pasada'.

"A mí hay gente que no me conocía por la cara hasta que llegaron este tipo de festivales", nos cuenta encantado Gusanito, otro mítico que, confesamos, no reconocimos. Parecía un festivalero más paseándose entre bambalinas, pero no le importa esa anonimidad ya pretérita: "Me llegan hasta peticiones de Sudamérica, esto nos viene bien a todos".

Mención aparte merecen los patrocinadores del evento: cada escenario se especializaba en un género y sus aportaciones iban más allá de darles nombre, como incluyendo pruebas interactivas, regalos o curioso merchandising tan cotizado como para esperar largas colas. Pero lo que destacaba sobre los demás era el Espacio Repsol, un mirador con vistas privilegiadas a los dos escenarios principales, a una distancia suficiente para apreciar el espectáculo por todo lo alto. Normal que estuviera solicitadísimo.

Las malas noticias fueron ajenas a la magnífica organización: una violenta tormenta, acompañada de fuertes vientos, obligó a cancelar algunos de los conciertos más esperados, y por seguridad estimaron oportuno que solo siguiera funcionando el escenario Dance. A diferencia de lo que sucede con los conciertos simultáneos habituales, los asistentes se concentraron en la apoteosis de Kate Ryan, Mauro Picotto, Cascada y el dúo de Eva Martí y Marian Dacal. Su 'Fliying Free' puso un broche de oro, aun pasado por agua para los menos chundachunderos, a un festival inmenso.

En las más de dos décadas que llevo escribiendo, he visto auténticas salvajadas, carteles impresionantes y espectáculos musicales tan increíbles como el Burning Man, Love Parade o juegos holográficos en fiestas de Intel Extreme Masters o Twitch. Pero hasta a los más vistosos le faltaba algo que no puede conseguir ningún efecto especial: la nostalgia. Como dice Don Draper: "Algo delicado, pero potente. Una punzada en el corazón mucho más poderosa que un simple recuerdo, y que nos lleva a un lugar al que ansiamos volver, donde sabemos que somos amados". Chúpate esa, Coachella.

Flooxer Now» Música

Publicidad