MÁS ALLÁ DE LOS TOROS, EL FLAMENCO Y LA PAELLA
¿Por qué los haters no perdonan a James Rhodes que venda España mejor que cualquier español?
Desde que es vecino nuestro, James Rhodes se ha convertido en un defensor a ultranza del Spanish Way Of Life. Siempre que tiene ocasión, se deshace en elogios hacia España. En su 'Carta de Amor a España' dijo casi todas esas cosas que casi ninguno de nosotros nos atrevemos o no queremos decir públicamente sobre nuestro país.

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Ya ha pasado tiempo desde que Blackie Books publicara 'Instrumental', el libro con el que James Rhodes se dio a conocer en nuestro país. Muchos, sobre todo en Inglaterra, de donde es originario, ya lo conocían por su trayectoria como pianista y divulgador musical.
Rhodes fue descubierto y re-descubierto gracias o por culpa del cruel y siniestro pasado que nos relataba en 'Instrumental'. Un libro que detalla, de manera precisa y sin filtros, los abusos sexuales que sufrió desde que tenía seis años a manos de un profesor de educación física en el interior de los muros del 'Arnold House School' en Londres.
Pasaron veintitantos años hasta que Rhodes se atrevió a hablarnos de su infierno y de cómo, gracias a la música, pudo sobrevivir a las depresiones, las auto-lesiones y los intentos de suicidio. De hecho, más de una vez ha afirmado que “la música le salvó la vida”. Rhodes es un tipo inteligente, apasionado y honesto. Un tipo que poco a poco ha ido conquistándonos con su simpatía y saber hacer hasta convertirse en uno de los personajes más reconocibles y prestigiosos de la escena pop patria.
Y digo esto porque desde hace poco más de un año Rhodes vive en Madrid. Y no sólo eso, sino que, siempre que tiene ocasión, se deshace en elogios hacia la capital y hacia el 'Spanish Lifestyle': “España ha sido un milagro que ha aparecido para salvarme la vida”. Según él, y más si lo compara con el Reino Unido: "En España todo es mejor".
Esta contundente frase choca de frente, tanto con algunos de sus antiguos compatriotas británicos que lo tachan de traidor y desertor, como con algunos de sus nuevos compatriotas y con nuestro consabido complejo de inferiodidad nacionalista. Un complejo que desaparece momentáneamente cuando hablamos de deportistas, turismo o gastronomía.
Rhodes no tiene ningún problema con esto. Rhodes alucina con todos y cada uno de sus nuevos descubrimientos españoles. Eleva a la categoría de 'genialidad' el almuerzo, la merienda y la re-cena. El tiempo que dedicamos a la familia. El respeto por los libros, el arte y la música. La eficacia de los medios de transporte. El precio de los seguros médicos. Lo increíble del idioma. La amabilidad y hospitalidad de la gente. El ritmo de vida tranquilo. La siesta. O las croquetas: “Y así podría seguir horas”.
Por el contrario: “El clima, los precios, el jodido Brexit. Dios, estoy avergonzado por eso”. En ocasiones le han echado en cara que dice y hace las típicas cosas de un turista burgués que viene a nuestro país. Él suele contestar que puede que sí, pero: “porque desde dentro no lo sabemos valorar”. Se pasa el día diciendo que nuestro país es increíble y maravilloso. Y siempre con esa sonrisa, ese entusiasmo y esa positividad que suelen acompañarle y que suelen despertar el amor de sus fans y el odio de sus haters.
Sus libros se venden como churros. Sus conciertos son toda una experiencia. Es un infatigable luchador contra los abusos infantiles y un embajador de la música clásica. Y no sólo eso, sino que ha conseguido algo casi imposible, convertirse es una especie de estrella de la música indie tocando a Bach y Chopin en festivales como el Sonar. Parece que ha llegado a la cumbre de su carrera y apenas pasa los 40.
Sus redes sociales son un diario en el que cada día escribe una página nueva sobre lo enamorado, alucinado, entusiasmado y flipado que está con España. Me ha venido a la memoria Michael Robinson, otro inglés que vino para quedarse. Pero no es el único.
Decenas y decenas de celebrities están enamoradas de nuestro país y siempre que pueden lo expresan públicamente. Y no sólo eso, todos hemos coincidido con algún extranjero que, a los pocos días de estar aquí, no para de decirle a todo el mundo lo enamorado que está de nuestro país. Entonces: ¿cuál es el problema? ¿Por qué a nosotros nos cuesta tanto decirlo?
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