IN DISGRACE

La caída en directo de Simón Pérez: streaming, drogas y un espectáculo digno de Black Mirror

Simón Pérez, antiguo asesor financiero reconvertido en streamer, acumula jornadas hundiéndose en el consumo de drogas en directo. Sus seguidores le pagan por humillarse o drogarse, mientras él pierde autoridad, salud y dignidad ante una audiencia que no parece importarle.

Simón Pérez en stream.

Simón Pérez en stream.Kick

Publicidad

Poco queda ya del economista conocido por sus consejos sobre hipotecas a tipo fijo. Hoy, Simón Pérez se ha convertido en un fenómeno perturbador: en su canal de streaming, ofrece a cambio de donaciones actos degradantes que abarcan desde consumir su propia orina hasta inhalar droga, raparse el pelo o cubrirse de comida caducada.

El público paga pequeñas cantidades para que ejerzan presión sobre él: "dame dinero y grítale a Silvia", "haz esto y luego fuma esto otro". La situación alcanza lo grotesco: menores incluidos en la audiencia, donaciones por humillaciones físicas o escatológicas, apuestas compulsivas y consumo ininterrumpido de sustancias ilícitas y energéticas.

La pareja, antes compuesta por Simón y Silvia Charro —víctimas de la viralización— ha intentado resistir. Silvia incluso ingresó a Simón voluntariamente en un hospital psiquiátrico por su deterioro mental, aunque él reapareció pocas horas después minimizando la situación. La comunidad digital no ha mostrado clemencia.

Detrás del espectáculo hay un problema grave de salud mental: Simón ha sido diagnosticado con un trastorno de personalidad del cluster B, ansiedad y depresión. Sus síntomas físicos son evidentes en sus directos: tos, hinchazón, movimientos erráticos y confusos, como si su cuerpo y mente ya no resistieran más.

Este caso plantea un dilema ético: ¿cómo frenar un fenómeno que convierte el sufrimiento personal en entretenimiento, mientras las plataformas lo monetizan sin filtro? Parece cada vez más urgente una intervención legislativa urgente, y muchos responsabilizan tanto a los espectadores como a las empresas que permiten esta explotación digital.

La caída de Simón Pérez es el reflejo en pantalla de una sociedad que normaliza lo extremo, legitima lo degradante y alimenta una autodestrucción convertida en meme. Un espectáculo que, si no se detiene, podría terminar en tragedia real.

Flooxer Now» Noticias

Publicidad