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Septiembre, la vuelta al calvario: trabajo, jefes, colegios y depresión

En realidad, es septiembre y no enero el inicio del año, cuando hay un cambio real en la rutina: la vuelta al trabajo y a nuevos proyectos después de las vacaciones de verano —quien haya tenido la suerte de poder disfrutarlas—, la vuelta a las revisiones médicas y la vuelta al colegio y a las clases en general. En septiembre salen agendas; septiembre huele a cuadernos y a gomas de borrar; septiembre se vende como un equinoccio intelectual, pero no es más que un calvario comercial.

Depresión postvacacional

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La depresión postvacacional

Después de las vacaciones de verano, aunque sean de quince tristes días porque en la empresa no pueden prescindir de ti, cuesta volver a adaptarse a la rutina y dan ganas de llorar, de salir corriendo, de querer lanzar granadas y otras armas de destrucción masiva como palos de jengibre y aguacates por toda la oficina. Esta falta de adaptación es provocada por las condiciones precarias más que por el hecho de volver de pasar unos agradables días de vacaciones, pero hasta en el diagnóstico del estrés postvacacional nos quieren endiñar a los trabajadores la culpa. "¡Floja, que solo piensas en airear la pierna de chiringuito en chiringuito!". Wow, qué lujo burgués.

Compañeros insufribles con hijos, los sindicalistas de sus antojos

Con la vuelta al trabajo en septiembre están las chapas de los compañeros que quieren chuparte tus derechos para aumentar sus privilegios en la conciliación. La gente con niños se piensa que tú, por no tener a un marido y a unos niños a los que aguantar, no tienes familia ni vida con la que conciliar, y que merecen más que tú un horario más flexible adaptado a sus circunstancias biológicas sin un preservativo a mano a tiempo.

Jefes calvos en el cogote con melena

En septiembre siempre notas una tendencia en el modo de potenciar el disimulo de los "defectos". Entrecomillo "defectos" para que los calvos no piensen que me estoy refiriendo a ellos como un defecto de la naturaleza, aunque un poco sí. Porque si no fuera suficiente con no necesitar un peine por las mañanas que ayude a potenciar el riego sanguíneo de la cabeza cuando te peinas, hay quienes vuelve exaltados de Nápoles o algún lugar clandestino donde las carencias se vuelven riqueza y, los que pueden, se dejan crecer el pelo a los lados, pasando a ser esos jefes calvos en el cogote con melena. "¿Que si quiero o que si tengo? Mira, Hermenegildo, mejor hazlo tú y a ver si revisamos esas horas extra sin asegurar".

La chapa de la vuelta al cole

Quienes no tenemos hijos, ni estudiamos porque ya acabamos y porque no nos apetece hacer ningún grado o máster extra, nos tenemos que comer con patatas el negocio capitalista de los cuadernos, los bolígrafos, las agendas y millones de gadgets de estudio y oficina inservibles, clips con forma de animales, post it y marcadores sin espacio para escribir, la morralla de papelería con mensajes optimistas y de autoayuda barata, también cientos y cientos de libros aprovechando la coyuntura, tazas de Mr. Wonderful, mandalas para la ansiedad y cientos de inutilidades más. ¿Que si quiero bolsa? Claro que no, vamos a ser ecológicos y ahorrar.

Las revisiones médicas rutinarias

Que si hacer la limpieza dental, la revisión de la próstata, la prueba de Papanicolaou, las analíticas de sangre para revisar el colesterol y el azúcar, volver al fisio, consultar al de cabecera los efectos post covid; que si se te cae el pelo, te duele la regla o te cansas mucho. Septiembre es mes de hacer frente a la pereza y poner a punto, dentro de sus posibilidades, el cuerpo escombro que nos queda después de pasar el año trabajando bajo presión para capataces y emporios de inmundicia.

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