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CONOCÍ A JHANA CUANDO TELONEÓ A KASE.O Y ME CONTÓ TODO ESTO

Jhana: la encarnación del electroorganic sound

Cuando te encuentras a Jhana, ya sea en un escenario, o en Lavapiés, es una chica trabajando con el beatbox a modo de caja de ritmos, la guitarra para realizar armonías y los kaoss pads para darle profundidad y efectos a las canciones.

-Jhana, en un directo en Salamanca

Jhana, en un directo en SalamancaRefugio Creativo Producciones

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Telonear, igual que el café de las cuatro y cuarto, el orujo de las cinco o el aperitivo temblón del domingo, ha sido y será siempre una costumbre maravillosa. Igual que las tres anteriores, se trata de un pretexto superior que posibilita conocer a otra gente, y de paso –y por ello superior– agarrarte una merluza que diluya las barreras psicosociales que te separan del otro y de ti mismo.

Eso, dicho mal y pronto. Si nos ponemos a pensar casos concretos, podemos ver que como el orujo, a veces, es mejor que lo venga después. De hecho, muchas veces. Bastaría con echar la vista atrás para encontrarnos a los Pixies o Public Enemy teloneando a U2, o fijarnos en el próximo cuatro de abril para ver que Anderson Paak teloneará a Bruno Mars.

Que sí, que vale, que U2 y Mars… nada, que no, qué va, cualquiera de los otros tres son mejores.

Bajo esta perspectiva, cuando me entero de que Jhana va a telonear a Kase.O pensé “joder, esta tía no puede ser mala”.

Y, efectivamente, como ella misma me cuenta: “El público estaba algo desconcertado, pero la acogida fue buena y tuve una respuesta agradable de su parte. Aplaudieron mi actuación y el propio Kase O, al oírlo en los camerinos, vino a escucharme y a felicitarme, dándome ánimos para continuar y para decirme que nunca había visto esa manera de hacer música, así que la experiencia fue muy gratificante”.

Antes de hablar con ella, lo único que había oído de Jhana eran ciertos ecos rebotados en las paredes de un artículo que había escrito. Así que como si fuese el mejor archivista del pentágono –derrame ocular incluido y pulgar-chupao- pasapáginas’– me puse a recapitular información.

Lo primero que encontré fue una entrevista con un titular de color amarillo que rezaba “De la chabola al palco”. Mi reacción fue clara: corría por la calle mientas me tiraba de los pelos y gritaba “¡Periódicos del mundo, ¿aquí hemos venido a hablar de música o a explotar cualquier emoción, no importa, la que sea?!”, ahora en serio, fue un “no me jodas” en toda regla.

“Sí, la verdad que me sorprendí a ver el título “De la chabola al palco”, por haber participado en el pregón de las fiestas de Valladolid. Me pareció sensacionalista, morboso y falto de respetuosidad. Eso fue una acción del periódico, no de la persona que realizó el artículo”. Colega, te compadezco, pero lo cierto es que en la entrevista se contaban cosas interesantes de su familia, así que no pude resistirme a preguntar por la vinculación de ésta con la música.

“Realmente, el único artista musical a nivel interpretativo que conocí en mi familia, fue mi padre, cantaba flamenco, tocaba las palmas y hacía bodybox, solo que él no sabía que se llamaba así. Y creo que esta rama musical es genética, pues ni mi padre ni yo conocimos a mi abuelo, que era cantante y tocaba las palmas en bodas gitanas, por la calle y en el barrio de chabolas en el que vivía", me dice.

"Éste muere antes de que mi padre nazca y, sin embargo, hereda esta capacidad musical y rítmica. Yo apenas tenía relación con mi padre, digamos que no lo mamé de él, sino que lo heredé. Ninguno de ellos llegó a consolidarse como artista y por eso creo que tengo que hacer honor a ese legado y darle forma para que el mundo pueda conocerlo", añade.

"Nadie de mi familia que me educó y crió era interpreté musical, únicamente encuentro relación con mi tío, de parte paya, que era DJ, quizás por eso tengo la electrónica presente a la hora de tocar. Y posiblemente también mis raíces gitanas sean las que me mueven a hacer música de raíces negras o étnicas”, indice.

Así, al margen de entrevistas, datos y fechas lo que uno ve cuando se encuentra a Jhana, ya sea en un escenario, o en Lavapiés, es una chica trabajando con “el beatbox a modo de caja de ritmos, la guitarra para realizar armonías y los kaoss pads para darle profundidad y efectos a las canciones”.

Una chica que ha entendido el ritmo como “una herramienta para sincronizar, demostrar que todos podemos sentir lo mismo con diferentes interpretaciones y expresiones”, y el arte como “una manera de transmitir sensaciones, conceptos, emociones… en el alma se siente, en la mente se planifica, organiza, desarrolla y el cuerpo lo ejecuta. Hay que domesticar el cuerpo a través del ensayo y la repetición, para que el mensaje llegue lo más fluido, sintetizado y refinado posible, para que llegue claro y directo”.

Teniendo esto en cuenta, no es difícil escuchar a Jhana y entender la facilidad que tiene para saltar y empastar desde los 70s a electrónica actual, mientras reflexionas sobre esa habilidad que tienen los productores para lograr que ocurran cosas que en el orden temporal habrían sido imposibles.

“A mí, me empezó a gustar la música escuchando a grupos de finales de los 60 y principios de los 70, la psicodelia afloraba y se nota, esa riqueza musical, esa profundidad, la inquietud espiritual, una juventud más consciente en general y una música muy experimental. Está claro que soy hija de mi tiempo e intento adaptar ese espíritu al tiempo en el que estoy viviendo. Dejar constancia de mi época y continuar el mensaje, no repetirlo”, confiesa.

Brian Eno decía que uno de los problemas de la música digital era que al estar secuenciada no dejaba de estar limitada. Sin embargo, al pensar en la voz de Jhana mezclada en una secuencia, al pensar una voz viva desde un argumento de autoridad, mi cerebro se cortocircuita y me obliga a preguntarle directamente por esto.

“La música electrónica programada tiene limitaciones, no puede sonar algo espontáneamente, o algo sentido en el momento. La música digital no tiene porqué ser programada, puedes tocar instrumentos digitales, hacer música digital y hacer que suene espontáneo y humano con sonido digital, claro".

"Mis producciones son música programada en cuanto a que realizo loops en directo, por lo tanto, es música secuenciada y como dices, al meter la voz o tocar la guitarra, centro la atención en la parte humana, utilizando la parte secuenciada como una base rítmica y armónica, para poder jugar en ella de una forma espontánea y natural”.

Además, todo mejora cuando detrás de esta confabulación de loops, voces y acordes, lo que encontramos es la esperanza de “darme un mensaje a mí misma y dejarlo aquí para quien lo necesite, o quiera escucharlo […] Sólo espero que la música me permita hacer música. Algo nada fácil en un momento en el que la escena se presenta como “bastante pobre, creo que es difícil vivir de la música en España, y hay propuestas muy interesantes que quedan en el anonimato o en el olvido, por no tener apoyo gubernamental y jurídico.

"Hay muy buenos grupos que sí son conocidos, pero muchos otros no. La industria musical mediática se mueve a través de programas televisivos masivos, esto me da miedo. He rechazado ofertas de este tipo, porque es un ámbito muy industrializado y creo que te obliga a comportarte de manera mecánica y poco natural",

Creo que no podría tener más de cinco conciertos seguidos, creo que un artista para interpretar una buena actuación, tiene que regenerarse, tener silencio, espacio para reflexionar, para poder transmitir sentimientos y que tu energía personal llegue al público, para que puedan llevarse algo que no se paga con dinero, algo esencial y verdadero", me dice.

"Se trata de servir más a la música, más que ella a mí. Creo que estamos muy mediatizados inconscientemente, y muchas personas, con afán de ayudarme y darme un buen consejo, me animan a que participe en reality shows, en programas de talentos de televisión, en grandes industrias musicales. Pero sinceramente, me da miedo no disponer del tiempo que tengo para conseguir mi objetivo. Pues los contratos que redactan son fríos, calculados y te hacen sentir como un producto, no como una persona”, finaliza.

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