Flooxer Now» Noticias

Maternidades lésbicas

Así es ser madre y lesbiana: una carrera de obstáculos que busca un final feliz

Tenemos una historia con doble spoiler: Pepe y Marcos. Son murcianos, cuentan solo con unos días de vida y tienen dos mamás. El primero es hijo de Cristina R. y Laura, y el segundo de Cristina N. y Esther. Gracias al método ROPA, la filiación y el parentesco juegan en casa, pues una se convierte en la madre biológica y otra en la madre gestante.

-Laura y Cristina

Laura y CristinaCedidas

Publicidad

En España, según la Ley de Reproducción Asistida 14/2006, la donación de óvulos es anónima. Sin embargo, existe una excepción legal que permite conocer quién es la donante de óvulos cuando se trata de parejas lesbianas que quieren ser madres.

Concretamente, cuando se combina la técnica de Fecundación In Vitro (FIV) con donación de semen y el método de Recepción de Ovocitos de la Pareja (ROPA). De este modo, el tratamiento FIV se comparte entre las dos mujeres: una de ellas participa en el proceso de estimulación ovárica y aporta los ovocitos y la otra, se convierte en la persona que gesta y da a luz al bebé.

En la pareja formada por Laura y Cristina, la primera es la madre biológica mientras la segunda es la madre gestante. Su carrera hacia la maternidad, como nos cuentan a continuación, no ha sido fácil.

Aunque en España, el método ROPA está aprobado, presenta algunos requisitos, entre ellos, estar casadas legalmente: “Tanto Cristina como yo nos negábamos a pasar por ese trámite burocrático, pero una vez nos informamos de este método, no nos quedó más remedio que agilizar los trámites del matrimonio. Ginemed Murcia, fue la clínica que elegimos para nuestro tratamiento.

El proceso fue duro, pero sobre todo a nivel psicológico, porque estás expuesta a una presión que a veces es difícil de controlar. Presiones tales como, ¿Me habré pinchado la medicación correctamente? ¿Funcionará el tratamiento? ¿Me estará yendo bien? ¿Ovularé lo suficiente? ¿Se implantará bien? Y un largo etc. que solo la pareja que lo está haciendo, lo vive”, comenta Laura.

Ellas plantaron jaque mate a sus temores desde el primer momento. Saben lo importante que es mantener una actitud positiva y trataron de mantener la sugestión a raya. “Cada día y cada prueba que nos hacían nos sirvió para animarnos y tirar hacia adelante”, afirma Laura.

No obstante, no todas las mujeres que aman a otras mujeres y deciden ser madres viven una situación favorable. Según Esther, acceder a la reproducción asistida en determinadas Comunidades Autónomas, como la Región de Murcia, es una carrera de obstáculos.

“Pese a que existe la ley de Igualdad LGTBI 8/2016 que lo garantiza, no es posible acceder a los tratamiento de fertilidad desde la sanidad pública. Es curioso que esta ley se aprobara con los votos a favor de toda la cámara y que dos años después, los tratamientos de fertilidad públicos sigan siendo excluyentes para nosotras”, explica.

Además, no todas las parejas pueden permitirse el coste de un tratamiento de fertilidad privado, los cuales rondan entorno a los 2.000 en el caso de la inseminación artificial y 5.000 euros en el de la fecundación in vitro. Según Cristina N. y Esther esto debería cambiar: “No solo por una cuestión de igualdad sino también demográfica. Los recortes en sanidad atienden a criterios cortoplacistas de ahorro y la natalidad es un problema a largo plazo que debería ser abordado”.

A la mencionada exclusión de los programas de fertilidad públicos en algunas comunidades autónomas, se le suman otras discriminaciones de tipo legal. Entre ellos, el requisito de estar casadas, como aludía anteriormente Laura y discriminaciones en los trámites administrativos.

“No solo en lo que refiere al vocabulario presente en la mayoría de impresos, en los que no se dan cabida a modelos de familia fuera del padre-madre, sino también en los impedimentos a los que en ocasiones nos hemos tenido que enfrentar en administraciones públicas como el Registro Civil o el INSS donde, a pesar de las leyes, se siguen poniendo trabas en la inscripción de los hijos y en la afiliación de estos a la seguridad social”, señala Cristina N.

Por su parte, Laura habla de otro tipo de discriminación, más sibilina, más sutil. “Por suerte, nadie nos ha preguntado quién era el padre, pero, por ejemplo el día del parto, cuando yo estaba en la sala de espera mientras a Cristina le hacían alguna prueba, a la hora de llamarme por el megáfono, me llamaban como familiar de Cristina R., mientras que a las parejas heterosexuales, se referían como marido de…”

Detrás del reconocimiento de la diversidad sexual persiste otra serie de reivindicaciones entorno al colectivo LGTBI. La aceptación y no discriminación de nuevos modelos de familia es otro armario que hay que romper.

Mientras que la adopción y la acogida son opciones bastante aceptadas dentro del colectivo, la gestación subrogada provoca el debate y da lugar a la discrepancia. Por el contrario, el consenso parece unánime cuando se habla de maternidades lésbicas.

Esther se atreve incluso a afirmar que la sociedad española, más allá de la vivencia dentro del colectivo, es en términos generales, tolerante en este sentido. “Hasta el momento no nos hemos encontrado con ningún cuestionamiento hacia nuestro modelo de familia.

Puede que en parte se deba a que, en nuestra cultura mediterránea, no es tan inusual ver a dos mujeres criando a un niño. No sé si tiene que ver con una tolerancia real o se deriva de una visión machista de la maternidad; por ser mujer se presupone que somos buenas madres,” concluye.

Publicidad