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Rapa Nui: la triste historia de los dioses de piedra

Diostuitero nos cuenta la historia de los Moai de la Isla de Pascua.

Rapa Nui: la triste historia de los dioses de piedra

Rapa Nui: la triste historia de los dioses de piedraPixabay

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Todos conocemos la Isla de Pascua, llamada por sus nativos Rapa Nui, como la célebre película, y a los Moái, esos dioses de piedra que miran con cara de circunstancias hacia el interior de una isla tan aislada que el punto habitado más cercano se encuentra a miles de kilómetros.

Rapa Nui se ha puesto alguna vez de ejemplo de ecocidio, es decir, suicidio ecológico. Cuando los primeros polinesios llegaron allá por el siglo IV se encontraron una frondosa vegetación y abundante fauna.

Y prosperaron, pero, aunque no habían leído la Biblia, hicieron demasiado caso de aquello de "creced y multiplicáos" y acabaron siendo tantos que los recursos de la isla no daban abasto, especialmente la madera, su principal fuente de calor y energía. No paraban de talar y talar y pronto las diferentes tribus tuvieron que competir ferozmente entre ellas para sobrevivir.

Es así como comenzaron a erigir esas fantásticas estatuas de piedra ( más de 900) que hoy tanto nos llaman la atención, compitiendo en tamaño para asegurarse así el favor de los dioses que representaban. Pero, irónicamente, la construcción de esas enormes deidades aceleró aún más la deforestación de la isla, ya que para su construcción y transporte era necesaria una ingente cantidad de madera.

Como no tenían una Greta Thumberg que les cantara las cuarenta, la cosa fue a peor, y cuando los primeros europeos llegaron en el siglo XVIII se encontraron una sociedad diezmada ( de 30.000 habitantes que se calcula llegó a haber en la época de bonanza solo quedaban unos 3000), con las estatuas derribadas y miles de flechas por el suelo.

Para colmo, la llegada de estos europeos fue la puntilla para la sociedad Rapa Nui: muchos fueron capturados y vendidos como esclavos, y otros más fallecieron como consecuencia de enfermedades como la sífilis o la viruela. Unas pocas familias sobrevivieron, y los aproximadamente 5000 isleños que hoy pueblan el lugar son sus descendientes.

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