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Es un acto contestatario, de rebeldía y antisistema

Hablamos con gente que sale a caminar por caminar como acto antisistema

“En una sociedad en la que todo tiene un valor económico y el tiempo se capitaliza, hacerlo es un acto contestatario, de rebeldía y antisistema”, aseguran.

-Pasear en grupo puede ser muy positivo

Pasear en grupo puede ser muy positivoPixabay

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Os voy a contar algo. Todos los días, a la misma hora, salgo a la calle a caminar. Y casi siempre lo hago sin rumbo fijo. Sé dónde arranca y dónde termina el paseo -en mi casa- pero nunca a dónde me va a llevar, ni cuánto tiempo voy a emplear en hacerlo. Una rutina a la que me he acostumbrado hasta el punto de haberse convertido en uno de los mejores momentos del día.

En realidad, la razón por la que llevo años divagando por las calles de los distintos barrios de Madrid en los que he vivido no es otra que compartir mi vida con perros. Ellos deciden a dónde ir, por qué esquina girar, en cuáles detenerse a olfatear. Y lo hacen siguiendo un criterio que parece aleatorio, quizá guiados por factores que se escapan a mi entendimiento. Ellos mandan, hasta el punto de que podría decirse que son ellos quienes me sacan a mí de paseo. Al fin y al cabo, es su momento.

Lo cierto es que, antes incluso de pasear perros, siempre encontré en el hecho de caminar un placer difícilmente comparable a otras maneras de moverme por la ciudad. Y no soy el único. Según un estudio llevado del National Institute for Health de la Universidad de Standford (California), España es uno de los países del mundo en los que más se camina junto a Rusia, China y Japón. Los españoles damos cada día una media de 6.000 pasos, lo que supone unos 4 kilómetros de distancia. Y no: no siempre lo hacemos por carecer de un medio de transporte más rápido que nuestras propias piernas. Sencillamente, nos gusta caminar.

Fernando comenzó a hacerlo por su ciudad, Valencia, hace unos cinco años. “Empecé para cambiar hábitos sedentarios y ocupar ratos libres”, cuenta. Y le pilló el gusto. “Me dejo llevar por calles que nunca antes había pisado. En ocasiones hago fotos, y siempre veo gente distinta y descubro rincones sorprendentes. ¿En que pienso mientras camino? En mis cosas. Muchas veces directamente ni pienso. No se trata de una cuestión física ni espiritual, pero me reconforta en ambos aspectos”.

Miriam, de Madrid, coincide en los beneficios de esos paseos sin destino previamente marcado. “Creo que caminar por caminar, sin tener una meta ni rumbo fijos, es uno de los mayores placeres que existen”, cuenta. “La sensación de estar con uno mismo y con todos a la vez no tiene precio”. Asegura que sale a caminar “todos los días”, y que nunca le da la más mínima pereza hacerlo. “De hecho, es una necesidad”. Por eso cuando otros cogen el metro o el autobús para volver a casa, ella opta por sus propias piernas. “Mucha gente no lo entiende, pero sea la hora que sea, yo me pongo los auriculares y me vuelvo caminando a casa. Es una gozada”.

Pero hay quien ve algo más que disfrute en el hecho de caminar. Un posicionamiento político y filosófico. Casi una forma de vida. En Facebook, el grupo ‘Caminar como práctica anarquista, ética, estética y de pensamiento’ cuenta con casi 15.000 miembros. Personas que comparten las crónicas de sus paseos, además de reflexiones, recomendaciones y casi cualquier cosa que tenga que ver con ese acto tan primitivo -y humano- de colocar un pie delante del otro para avanzar.

Paco Navamuel es el fundador del grupo, aunque asegura que hace años que dejó de pertenecerle. “Es complicado tener control sobre lo que se comparte y gestionar un grupo tan grande en las redes sociales. Lo mejor es que se autorregule”, asegura. Sin embargo, el espíritu con el que lo puso en marcha sigue intacto, al igual que sus motivos para caminar.

“Camino por necesidad vital. Porque puedo. Y en gran medida, por llevar la contraria. Caminar me permite tomar conciencia de lo que soy respecto a lo que me rodea, y me mantiene intelectualmente activo en la medida en que los pasos fluyen al mismo tiempo que los pensamientos y me ayuda a reflexionar, a disfrutar, a aprehender y a ser creativo”, explica.

Para Paco, la libertad es clave. “Puedo decidir cómo, cuándo y por dónde salir a caminar; si lo hago en solitario o en compañía; si paseo en línea recta, derivo, deambulo por la ciudad, la periferia o un poco más allá. Decido el tiempo que le voy a dedicar a la experiencia en función del espacio que recorro. Es un acto de libertad que nada ni nadie me puede arrebatar. Una mezcla de rutina primaria y acontecimiento universal. Y todo esto es gratis, ecológico y sostenible”.

Y es que, en los tiempos que corren, casi cabría pensar que caminar es un acto de rebeldía. “No es que todo vaya muy deprisa, que también. Es que los tiempos personales, de ocio o de trabajo, ya no nos pertenecen y ante esto no queda otra cosa que rebelarse”, apunta Paco. “Caminar de esta manera es un acto político, un compromiso social y una responsabilidad. En una sociedad en la que todo tiene un valor económico y el tiempo se capitaliza, tomar la decisión de salir a caminar por caminar es algo contestatario, antisistema. Un acto poético de libertad personal. Escapa a cualquier control de los poderes fácticos”.

Eso sí: no todo el mundo tiene que entender el caminar como un acto político. “Da igual los motivos que se tengas para caminar: todos son válidos”, aclara Paco.

“Al fin y al cabo, está en nuestro ADN como seres humanos. Ya sea por salud, para ir al colegio, a la universidad, al trabajo, de compras, por costumbre o por placer, siempre será positivo y pleno. Hagámoslo por egoísmo: obliguemos a las instituciones a que nos faciliten y devuelvan los espacios comunes, ya sea a través del urbanismo o pacificando el tráfico. Porque un espacio no caminado es un espacio inseguro y carne de especulación. Y un espacio donde se camina es un espacio sano, plural, inclusivo y seguro”.

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