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LA CUARTA TEMPORADA SE ESTRENA EL 29 DE DICIEMBRE

Black Mirror predice cómo será encontrar pareja en el futuro

En ‘Hang the DJ’ Charlie Brooker, creador de ‘Black Mirror’, se inventa un complejo sistema de citas en el cual un aparatito decide por ti con quién, cuándo, dónde y durante cuánto tiempo estarás emparejado con alguien. Los sentimientos corren de tu cuenta.

-Black Mirror

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La de Charlie Brooker es una de esas series para las que hay que sentarse delante de la pantalla predispuesto a pasarlo mal, a que lo que veas te haga explotar el cerebro y a estar dispuesto a dejarse invadir por el mal rollo. Ver ‘Black Mirror’ no es solo ver una serie, es un estado de ánimo. Siempre había sido así hasta que, de pronto, la pasada temporada, apareció San Junipero en nuestras vidas

Aunque lo del ‘happy end’ no va con esta antología, lo cierto es que Brooker demostró entonces que también es capaz de dejar al espectador con cierto buen sabor de boca. Sin pasarse, pero ahí está. Después de todo se entra a ver Black Mirror para pasar un mal rato. Es una especie de placer masoquista seriéfilo.

Con la nueva temporada a las puertas (se estrena el próximo 29 de diciembre) y el embargo de las críticas levantado, ya se puede decir abiertamente que en esta nueva tanda de seis episodios también hay hueco para el amor como lo hubo en la anterior con San Junipero. El cuarto episodio de la nueva temporada (aunque en realidad se pueden ver en el orden que a cada uno le plaza) transmite cierto buen rollo.

En ‘Hang the DJ’, Brooker aborda de nuevo una temática que ya trató antes: la de la búsqueda del alma gemela en un mundo donde la tecnología pervierte hasta un proceso tan humano como el de enamorarse. El avance informático que se presenta en esta ocasión es el de una aplicación de citas –el ‘sistema’ lo llaman– que se encarga de emparejar a las personas.

Un algoritmo bucea en las preferencias y características de cada candidato y, en base a unos criterios que él sabrá cuáles son, los sienta a una mesa. Una cena/comida romántica a la que ellos acuden prestos y dispuestos con la ilusión de encontrar a su media naranja. Se presentan, se sientan y pulsan una suerte de tamagotchi alcahuete que les da una fecha de caducidad para su historia juntos. Puede ser cuestión de horas, meses o incluso años. Nadie lo sabe hasta que le da al botón.

Blackmirror
Blackmirror | Netflix

Pero, ¿qué ocurre si la persona que esta al otro lado de la mesa te horripila y el aparatito de marras te dice que tenéis que estar juntos 365 días con sus 365 noches? ¿Y si, por el contrario, te encanta tu cita y solo os han dado juntos 12 horas? Pues te aguantas, no te queda otra. Porque tú te apuntaste al sistema y él sabe lo que te conviene en cuanto a relaciones ser refiere.

Es lo que les pasa a los protagonistas, Amy (Georgina Campbell) y Frank (Joe Cole). Se enamoran en la primera cita pese a que solo dura unas horas y se pasan el resto del capítulo esperando que el dichoso sistema vuelva a unirles. La química es tan brutal entre ambos que el espectador sufre con ellos y se pregunta sin remedio por qué ninguno de los dos manda el aparatito a freír espárragos.

Lo que plantea Hang the DJ es algo que se cuestiona continuamente en Black Mirror. Que la tecnología está bien cuando se crea para ayudar al ser humano, pero no tanto cuando este mismo corrompe su funcionalidad convirtiéndola es su peor enemigo y anulando lo que, precisamente, le hace ser humano. En este caso, su libertad para enamorarse y elegir pareja.

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Blackmirror | Netflix

Que un sistema al que te has apuntado voluntariamente (eso, lo de voluntariamente, es importante señalarlo) decida que tienes que romper con la persona de la que te has enamorado y que está enamorada de ti y, por el contrario, aguantar meses con alguien a quien detestas corta de raíz todo el asunto del libre albedrío.

¿Nos está diciendo Brooker que el siguiente paso a Tinder y esas aplicaciones para solteros exigentes será esto? Que un dispositivo informático se dedique a emparejar y desemparejar personas mientras estas acatan sin rechistar sus designios confiando en que sabe lo que hace. Desde luego este no parece ser el futuro del romanticismo que nadie espera. ¿O hay alguien por ahí que sí?

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