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‘La superioridad moral de la izquierda’, de Ignacio Sánchez-Cuenca

Este libro defiende que la izquierda es moralmente superior a la derecha

No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti. Esta simple regla moral, frecuente en las religiones, es uno de los principios básicos que las ideologías de izquierda llevan al plano político. El ensayista Ignacio Sánchez-Cuenca reflexiona sobre ello en su libro ‘La superioridad moral de la izquierda’.

-Los políticos Pedro Sánchez, Alberto Garzón y Pablo Iglesias

Los políticos Pedro Sánchez, Alberto Garzón y Pablo IglesiasGtres

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La izquierda y la derecha, por mucho que se diga que forman un eje a superar, son, de hecho, algo más que una postura política, algo más que una papeleta que se mete en la urna, algo más que dos colores o dos fragmentos del hemiciclo: son dos cosmovisiones, dos formas de estar en el mundo.

Por eso, se discute en las reuniones familiares navideñas, por eso se diferencian las secciones de cultura de periódicos de diferentes ideologías, por eso extraña una pareja de ideología mixta, por eso es tan difícil dejar la política a un lado, por eso arden las redes. La política no es solo política o, visto de otra manera, la política está en todas partes.

Sobre las diferencias fundamentales entre las mentalidades de derecha y de izquierda, y sobre la supuesta superioridad moral de la izquierda trata el libro de Ignacio Sánchez-Cuenca, profesor de Ciencia Política de la Universidad Carlos III de Madrid, que se titula, también, ‘La superioridad moral de la izquierda’ (Lengua de Trapo-CTXT). Aunque lo de la superioridad suele usarse con cierta sorna, como crítica de ciertas posturas izquierdistas, para Sánchez-Cuenca esta superioridad no es solo supuesta, sino también manifiesta.

¿Por qué existen desacuerdos ideológicos? El autor afirma que los desacuerdos entre personas de izquierdas y derechas -hoy, por cierto, perfectamente escenificados en el teatro de las redes sociales- se deben a los valores morales que subyacen a las ideologías políticas. Las personas con valores opuestos suelen tener gustos distintos (como ejemplifica audazmente el autor, alguien de izquierdas preferirá el Museo Reina Sofía al Museo del Prado, y viceversa) y hasta percibir la realidad de manera diferente, bajo diferentes sesgos de la percepción: no repudiamos igual la corrupción en el adversario que en nuestro partido. Por supuesto, personas de diferentes ideologías leerán diferentes medios de comunicación que, muchas veces, reafirmarán sus creencias previas.

Los valores que subyacen en las personas de derechas tienen que ver con el respeto a la autoridad, la estabilidad, el individualismo, la competición. En cambio, los valores que motivan la cosmovisión de las personas de izquierdas están más relacionado con conceptos como la justicia, la compasión, la cooperación o el sentimiento de comunidad.

¿Por qué unas personas son de izquierdas y otras de derechas?

A primera vista podría explicarse por motivos económicos: los más ricos tenderían a posiciones conservadoras y los más pobres a las progresistas. Un viejo adagio dice que el obrero de derechas no está en sus cabales. Pero la realidad se empeña en negar este esquema: son frecuentes los miembros de las clases trabajadoras que votan a la derecha (y más ahora con el desarrollo de la extrema derecha en Europa, el ascenso de Trump o el Brexit) y las clases acomodadas que defienden posturas de izquierda e, incluso, de extrema izquierda.

“Para entender el origen de nuestras ideas políticas debemos ir más allá de los intereses materiales”, escribe Sánchez-Cuenca, “las ideologías tienen una base moral. En última instancia son una proyección de nuestros valores al ámbito de la política”.

A este respecto son interesantes las ideas del lingüista cognitivo George Lakoff tal y como las expone en su libro ‘Política moral’ (Capitán Swing), y como también las había expuesto en una pequeña obra de gran éxito titulada ‘No pienses en un elefante’ (Península). Para Lakoff existen dos modelos: el del Padre Estricto, asociado a la derecha, y el del Progenitor Atento, asociado a la izquierda.

El Padre Estricto defiende la familia nuclear tradicional, en la que él proporciona sustento y seguridad (la madre se ocupa de los cuidados), y tiene la autoridad para fijar las normas. Los niños, por supuesto, deben de ser obedientes. El amor paternal es importante, pero siempre sometido a la disciplina.

El Progenitor Atento es bien diferente: para él el amor, la empatía y la atención son lo importante. Los niños deben ser obedientes, pero esa obediencia y ese respeto nacen del amor, y no del miedo al castigo. El cuestionamiento de los padres por los hijos es positivo: los hijos deben de aprender por qué los padres hacen las cosas que hacen. Así lo hijos tendrán una vida feliz y comprometida con su comunidad.

De estos modelos surgirían las dos ideologías: empatía vs. autoridad. Otro concepto diferenciador es el de libertad: la derecha contempla una libertad negativa, es decir, la no injerencia en la actividad el individuo, sobre todo en el ámbito de lo económico. En cambio, la izquierda entiende la libertad como una libertad positiva.

“Esta se basa en una teoría de la acción bastante exigente”, escribe Sánchez-Cuenca, “puesto que supone que el agente solo es libre cuando dispone de autonomía en sus decisiones”.

Hablando en plata: una persona pobre difícilmente podrá ser libre, porque muchas de sus acciones vendrán determinadas por la necesidad económica. Además, el izquierdista tiene más presente la justicia social, mientras que el derechista tiende más a pensar en términos de caridad. Las desigualdades económicas, para este último, son algo natural y no algo a erradicar. “Para la derecha el orden y la autoridad son más importantes que la justicia social”, escribe Sánchez-Cuenca.

Aquí llegamos a la tesis principal del autor: la que dice que la izquierda es moralmente superior a la derecha. “Los principios de la izquierda se distinguen por una mayor sensibilidad hacia el sufrimiento ajeno o, lo que es equivalente, a niveles de empatía más altos”, dice el ensayista, que también cita un antiguo principio de la moralidad: la llamada regla de oro, que está en el origen del discurso moral de muchas religiones. Es decir, el “trata a tu prójimo como a ti mismo”.

El imperativo categórico de Kant (“quizás la expresión más elevada del principio moral en la historia del pensamiento”) tiene una conexión con esta regla, y reza: “Obra solo según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne ley universal”.

También se plantean conexiones con la teoría de la justicia de John Rawls, esa que se basa en un sencillo experimento mental: tenemos que elegir a priori el esquema de la sociedad sin saber qué papel vamos a ocupar en ella. ¿Idearíamos una sociedad basada en la explotación si corriéramos el riesgo de acabar siendo el explotado? ¿Idearíamos una esclavitud para acabar siendo esclavos?

Todas estas ideas morales tienen que ver con la moral de la izquierda. “La izquierda encarna unos objetivos que son la consecuencia de llevar hasta sus últimos extremos políticos los principios morales basados en la universalidad y la imparcialidad”, opina el autor.

Eso sí, que las ideas de la izquierda tengan mayor profundidad moral, no quiere decir que en la práctica la izquierda haya estado libre de cometer desmanes: véase, por ejemplo, los crímenes del estalinismo. Además, Sánchez-Cuenca destaca que esa superioridad izquierdista puede suponerle una rémora: mientras piensa en futuras utopías de justiciapuede llegar a la ineficacia en la gestión del presente, cosa que a la derecha, a juicio del ensayista, se le da muy bien.

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