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Fútbol y violencias machistas

El fútbol fomenta el comportamiento de los violentos y refuerza la violencia de género

¿Qué necesita una persona católica para ser católica? Decir que lo es y ya. De hecho, no es nada raro oír la frase “soy católico/a pero no practicante” y nadie al oírlo duda de la creencia de quien lo dice. Esto no pasa, ni de lejos, con el feminismo.

-Un hincha durante un partido de fútbol

Un hincha durante un partido de fútbolArchivo Getty Images

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No, no pasa con el feminismo, que para empezar no es una creencia es un cuerpo político y movimiento social pero que además se le pide unos estandartes de pureza y de explicaciones (nadie nunca jamás tuvo que aclarar que es antirracista pero no odia a los blancos) que a ningún otro movimiento, ni creencia, se le piden y es entonces donde te acusan de caer en contradicciones.

Contradicciones absurdas hechas por personas que ni saben lo que es el feminismo ni lo que quieren saber pero ese sería otro tema. Centrémonos en las contradicciones, hablemos del fútbol. Ya de entrada cuando habéis leído fútbol habéis imaginado el fútbol masculino porque por mucho que se empeñen algunos/as las palabras no son neutras.

Las palabras no son el envoltorio de las ideas sino de lo que están hechas las ideas, que dijo el lingüista Ignacio Bosque. Y la feminización socialmente resta. De ahí que el FÚTBOL sea el de hombres y el de mujeres necesite aclaración, fútbol femenino. Pero volvamos al fútbol masculino y las contradicciones que tiene.

El fútbol como deporte que es fomenta la participación en equipo y la tolerancia, en principio pero sabéis que no. El fútbol es una suspensión de la masculinidad hegemónica patriarcal, al igual que el alcohol y algunas drogas, las normas de esa masculinidad se cuelgan cuando los jugadores entran en el campo y así podemos ver muestras de cariño entre ellos o el último grito en corte de pelo y/o baño de color varonil, pero a la vez vemos ramalazos de violencia con el rival y en las gradas.

Cacho de contradicción donde las haya. No estoy diciendo que toda persona que sea forofa del fútbol sea violenta pero sí digo que el fútbol, pese a ser un deporte y mostrar nuevas masculinidades, fomenta la violencia de los que ya lo son y refuerza la violencia de género.

En Reino Unido se saco una campaña para que los hinchas, si su equipo perdía, no pegaran a sus parejas o si por el contrario ganaba no las violaran, sí, se puede que no se debe violar a tu pareja. No me atrevería a afirmar que aquí en España no hace falta esa campaña y miedo me da mirar las denuncias por agresiones sexuales cuando España ganó el mundial.

Es bastante posible que los futbolistas sean socialmente los nuevos “genios” y como genios se les consiente TODO, violencias incluidas, TODAS. Ellos son los creadores y por tanto tienen el “derecho” a descansar para crear aún siendo padres recientemente. Que se ocupe del bebe ella que yo soy el genio creador esa es la idea que transmite y la sociedad aplaude.

Básicamente, los futbolistas son Rodin y ellas unas Camille Claudel, ellos son Picasso y ellas Dora Maar, ellos tan Juan Ramón Jimenez y ellas tan Zenobia Camprubí y así podría seguir hasta el infinito porque que ellos seas los genios creadores y nosotras las musas pasivas viene de largo pese a ser mentira.

Es peligrosísimo que estos referentes, porque lo son nos guste la idea o no, pese a mostrar una nueva masculinidad en donde los afectos y el cuidado de la imagen no están reñidos con el concepto patriarcal de hombre a la vez toleren las violencias que fomentan en general y con la mujer en particular porque igual los futbolistas no muestran una nueva masculinidad al igual que no la muestra el adolescente borracho/drogado que abrazo a sus colegas y les dice que les quiere mazo, tíos. Es la misma masculinidad hegemónica patriarcal de siempre pero con nueva ropa. El neoliberalismo.

Yo estoy muy cansada del “échale huevos”, del “por mis cojones” y no solo por la transfobia que desprende, que también, sino porque los genitales no aportan valor ninguno ni se juega al fútbol, ni a ningún deporte, con ellos. Del tío que muestra afectos con otros tíos para acto seguido soltar un “sin mariconadas, ¿eh?”, que oye, ahí sí ven su significado social es decir sin ser mujer, siendo hombre porque ser mujer no sé si es malo pero desde luego es menos que ser hombre y son incapaces de verlo en mariconez.

Lo gracioso de todo esto es que la mayoría, si no todos, ven ridículo no decir mariconez pero se sienten muy ofendidos si los denominan nenazas y no entenderían nada si les dices que arreglen el ordenador pero que en vez de apagar/encender le pongan pegatinas de colores y con mucho brili-brilli.

Y sí, esto iba a ser un artículo del fútbol y las nuevas masculinidades pero ha derivado en un artículo lingüista pero porque no se puede hablar de nada nuevo cuando no hacemos más que repetir lo viejo. Quien manda en las palabras tiene el poder de decidir, toda lengua es política y a través del lenguaje formamos nuestra identidad.

Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo si no de qué Pérez Reverte y compañía iban a tener tanta animadversión al lenguaje inclusivo pues porque los privilegios nunca se han dado y el lenguaje es poder.

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