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LA HISTORIA DE ROBERT L. RIPLEY

El hombre que creó museos de cosas raras por todo el mundo (así era la prehistoria de lo viral)

Un crucifijo, un revolver con balas de plata, un frasco con agua bendita… son algunas de las cosas necesaria para matar un vampiro. Hoy sabemos que estas herramientas son inútiles para eliminar a estos seres, sencillamente porque no existen, pero en el siglo XIX se utilizaban prácticos kits con todo lo necesario para deshacerse de estos chupasangres. Algunos ejemplares se pueden ver en los insólitos museos dedicados a la insólita colección del insólito Robert L. Ripley, que contiene hasta 20.000 piezas raras o rarísimas.

-Robert L. Ripley

Robert L. RipleyWikimedia

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Robert L. Ripley recopiló miles de curiosidades relacionadas con el hombre y la naturaleza y las hizo públicas en sus exitosas viñetas de periódico tituladas ‘Aunque usted no lo crea’, publicadas por primera vez hace 100 años. Su colección se dispersa por una franquicia de exóticos museos repartida por toda la faz de la Tierra. Su sección significó algo así como la prehistoria de la búsqueda de lo viral.

Más que museos se llaman Odditoriums, un juego de palabras con los términos ‘odd’ (‘extraño’ en inglés) y ‘auditorium’ (‘auditorio’): algo así como auditorios de lo extraño. La franquicia, llamada ‘Aunque usted no lo crea’, tiene varios establecimientos por todo el mundo: San Francisco, Hollywood, Londres, Nueva York, Ciudad de México, Toronto, Orlando, Copenhague, Jeju (Corea del Sur) o Pattaya (Tailandia), entre muchos otros hasta sumar más de 30.

En ellos se pueden ver cosas tan raras como una Mona Lisa recreada con pan tostado, cabezas reducidas de jíbaro, un borreguito cíclope, collares de dientes humanos, la tetera más grande del mundo o una escultura fabricada con una pasta de billetes de dólar que sumaban un millón.

Todas ellas curiosidades de los campos de la antropología, las ciencias naturales, el arte, la ingeniería, la superstición, etc, recopiladas por Ripley, uno de los hombres más aventureros de su tiempo, que llegó a visitar 201 países en 35 años y eso a pesar de que tenía miedo a volar: le apodaron el Marco Polo moderno.

En las fotos que se conservan Ripley sonríe de manera misteriosa a la cámara, con su dentadura draculina y su escaso pelo peinado hacia detrás, mostrando orgulloso alguno de sus hallazgos. Dicen que de todas las cosas extrañas que Ripley recolectó, la más extraña era él mismo.

Robert LeRoy Ripley nació en Santa Rosa, California, el día de Navidad de 1890, hijo de padres inmigrantes al oeste de Estados Unidos. De joven despuntó en el beisbol semiprofesional pero su carrera le acabaría llevando por el camino de su otra gran habilidad: la ilustración. Comenzó ilustrando noticias deportivas para el New York Globe y, posteriormente, el New York Post (en sus inicios llegó a trabajar con el escritor Jack London, autor de ‘El libro de la selva’, cuando fueron enviados a cubrir la ‘Batalla del Siglo’, entre los boxeadores Jim Jeffries and Jack Johnson).

Ya en sus viñetas sobre deporte iba incluyendo anécdotas deportivas que le llevarían, dado su interés, a ampliar su campo de acción y crear la sección ilustrada ‘Aunque usted no lo crea’ (‘Believe it or not!’), que en 2018 cumple cien años. Su talento y versatilidad llamó la atención del magnate de la prensa William Randoph Hearst (en el que se inspira la película ‘Ciudadano Kane’, de Orson Welles) y su trabajo se empezó a publicar en varios de los diarios del grupo de Hearst, y hasta en 300 publicaciones por todo el mundo.

La cosa se completaba con programas de radio, libros o conferencias, todo un emporio construido sobre lo bizarro. Hoy en día una web (http://www.ripleys.com/) sigue recogiendo curiosidades con el mismo espíritu que el fundador, dentro de la empresa Ripley Entertainment Inc, que complementa los odditoriums con laberintos de espejos, museos de cera, mini golfs o simuladores 4D. Su sección fue en su tiempo algo así como la actual búsqueda de lo viral en los medios digitales a base de titulares exóticos, listas curiosas o videos con gancho, una forma vistosa y colorida de atraer a los lectores menos exigentes. Los gatitos.

Para mantenerse nutrido de curiosidades frescas y semanales Ripley contaba con la ayuda de su colaborador/investigador Norbert Pearlroth, que rastreaba en bibliotecas, se dice que revisaba hasta 7.000 libros al año (a Ripley le gustaban más las fiestas y los bares que las librerías). También se ocupaba del correo: Ripley recibía unas 3.000 misivas cada semana. Así durante 26 años, solo interrumpidos por los exóticos viajes que realizaban.

En los años 40 ‘Aunque usted no lo crea’ llegó a tener 80 millones de lectores por todo el mundo. En una ocasión realizó un concurso de curiosidades entre los lectores, y recibió dos millones y medio de respuestas. La ganadora fue la historia de un hombre que, nadando en Brooklyn, encontró el peine que había perdido años antes cuando su barco había sido hundido por un submarino alemán.

Ripley amasó una fortuna que rivalizaba con la de las estrellas de Hollywood de la época en plena Gran Depresión. Entre sus logros se encuentra el hecho de que el himno estadounidense sea el himno estadounidense: Ripley publicó que esa canción de borrachos inglesa unida a la letra ‘Bandera estrellada’, de Francis Scott Key, no había sido declarada el himno oficialmente y que, de hecho, el país no tenía himno.

El 3 de marzo de 1931 el Congreso arregló la cosa y la convirtió en himno oficial. En 1949 Ripley falleció de un ataque al corazón que le sobrevino realizando su propio programa de televisión. “He viajado por 201 países y lo más extraño que he visto es el ser humano”, dijo el aventurero.

Tragasables, personas que podían meterse tres bolas de billar en la boca, un instrumento de tortura para mujeres cotillas, extrañas tribus lejanas, una réplica del Titanic hecha con cerillas, retratos pintados en pelos, el hombre más alto del mundo, vacas con dos cabezas… Parte del trabajo de Ripley era fijarse en cosas en las que nadie se había fijado, calcular datos que nadie había calculado, o viajar muy lejos para asombrar a los ojos que no se había movido de su propio ámbito (hoy lo llamaríamos “salir de su zona de confort”).

Sus hazañas se pueden encontrar en el libro ‘A Curious Man: The Strange and Brilliant Life of Robert “Believe It or Not!” Ripley’, publicado por Neal Thompson en 2013. Ahí también se cuentan los problemas que Ripley tuvo en muchas ocasiones, acusado de inventarse información o de no ser lo suficientemente riguroso. Le llegaron a llamar “el mayor mentiroso sobre la Tierra”. A él, convencido de su veracidad, nunca pareció importarle. Aunque usted no lo crea.

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