DANDO EL TAJO POR DINERO
¿Cazar monstruos en el mundo real? Así se ha hecho a lo largo de la historia
Elegir una profesión puede ser algo muy duro, especialmente si eres alguien que aboga por una línea artística. En el mundo moderno al menos contamos con una gran variedad de opciones laborales, aunque seguramente ninguna es tan molona como ser cazador de monstruos.

Publicidad
Un día te levantas, vas al instituto y te ponen un papel delante. Debes escoger entre dos opciones: ciencias o letras. Con menos información de la necesaria y menos justificación de la que debes, escoges y sigues adelante. Si tienes suerte, un año más tarde puedes volver a elegir. Si no, quedas ya atrapado en el sendero, con tu destino marcado para el futuro próximo, definiendo no solo ya tus últimas etapas en el instituto, sino también tu futuro paso por la universidad. A su vez, esto te enroca en una serie de salidas profesionales, así que una mañana cualquiera decides para el resto de tu vida sin ser plenamente consciente de ello.
Tu oficio te va a definir en muchos aspectos, pero hay algo que podemos garantizar: nunca vas a ser tan molón como los cazadores de monstruos de tiempos ancestrales. Porque, aunque suene a mito y ficción, este trabajo existió y formó parte de la sociedad durante mucho tiempo. Sus orígenes se remontan a los chamanes, que tenían un rol comunitario de protección contra espíritus y enfermedades. En cierto modo eran los cazadores de monstruos originales, destinados desde su nacimiento para cumplir ese cometido. Con el paso del tiempo, los chamanes evolucionarían junto a sus comunidades, con diferencias y semejanzas según las regiones y creencias.
A veces eran hasta "funcionarios", como ocurría en Europa durante los tiempos de la Inquisición. Durante mucho tiempo, el conocimiento era la clave para estos trabajos, aunque poco a poco fueron evolucionando hacia una figura de guerreros, más cercana a lo que comúnmente vemos en la ficción moderna. De hecho, existen personas reales que acabaron inspirando a personajes como Van Helsing, de Drácula. Religión y conocimiento se daban la mano para estudiar lo que entonces era desconocido. Todo está sostenido sobre la realidad de nuestro mundo y lleva a una conclusión inevitable: seguro que aquello era más divertido que estar ocho horas de lunes a viernes rellenando tablas de datos.
Publicidad